tag:blogger.com,1999:blog-90153155856999502312024-03-13T04:21:11.006-07:00Los relatos de la abuela ConchiConchi Carnagohttp://www.blogger.com/profile/12167954460026379164noreply@blogger.comBlogger13125tag:blogger.com,1999:blog-9015315585699950231.post-6169606795622685082012-04-06T10:35:00.000-07:002012-04-06T10:35:12.433-07:00CASAS DE VECINOS – PATIOS CORDOBESES<div class="MsoNormal" style="line-height: 200%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-size: 10.0pt; line-height: 200%;">CASAS DE VECINOS – PATIOS CORDOBESES<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-size: 10.0pt;">En el barrio de San Pedro, hermoso barrio cercano a la Mezquita y a todo el casco antiguo de Córdoba, Patrimonio de la Humanidad, arropado por el Guadalquivir a su paso por la ribera. Yo, me crié en una de tantas casas llamadas de vecinos, por habitar en ellas varias familias, la mayoría de origen humilde, carentes de todo tipo de lujos y comodidades, como las que hoy disfrutan nuestros hijos. Pero si tengo que ser sincera y visto desde la distancia y la madurez que dan los años, creo que, mi niñez como la de tantos de mi generación, aún en la escasez, y en la total carencia de lo que ahora llamamos bienestar social, fue mucho más rica en experiencias, como pueden ser; vivir al aire libre, es decir en los patios, y también, por qué no, en la calle, y no por dejadez de nuestros padres, si no porque tuvimos la gran suerte de conocer nuestros barrios sin apenas tráfico, por no decir ninguno, de tal manera que nuestras madres estaban muy tranquilas cuando jugábamos en las puertas de las casas, pues lo máximo que nos podía pasar era alguna torcedura de tobillo, al saltar a la comba, magulladuras en las rodillas al caernos, y como no, alguna “ <i>escalabraura”</i> como se decía, bien por caídas o por alguna pedrada. De ahí la tranquilidad de las madres. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-size: 10.0pt;">El primer patio de mi casa, se iba estrechando hasta llegar a la entrada del segundo y principal. En esa especie de puerta de entrada, entre uno y otro patio, a ambos lados de la pared había unas fotografías muy antiguas de la virgen y un sagrado corazón de Jesús. Ambas estaban en una especie de hornacina protegidas por un cristal, por lo que se conservaban bastante bien. Nunca supimos el significado de aquellas imágenes, posiblemente un capricho del primer dueño de la casa. Llegados a este punto ya en el patio mayor y principal, dando unos pasos a la derecha entramos en el “<i>patinillo”,</i> un patio mucho más pequeño donde se encontraba la gran cocina comunitaria, con varios fogones y poyetes, todos de ladrillo rojo, Cada familia tenía una parte de poyete y un fogón. A la derecha de la cocina estaba el pozo, del que nos abastecíamos para todas las tareas de la casa, menos para beber. En el pozo había dejado caer mi padre, gran pescador, algunos peces, que vivían allí y que podíamos ver por las mañanas cuando un rayo de sol entraba por un rato en la pared del pozo, ayudándonos de un espejo, el sol reflejaba la luz en el fondo, y podíamos verlos moverse inquietos intuyendo nuestra intromisión en su habitat, unas aguas super transparentes. La cocina, el pozo, y también la gran pila de piedra estaban delante del brocal, cubiertos por techos de gruesas vigas y tejados de teja árabe. Tan propia de nuestra querida Córdoba.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNoSpacing" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-size: 10.0pt;">Cada familia, tenía también un día para lavar la ropa en la enorme pila de piedra, con el lavadero tallado en ella. El lavado suponía un gran esfuerzo, primero hacían falta muchos litros de agua para llenarla, todo el ejercicio era de brazos, primero para sacar el agua del pozo, y luego para restregar y restregar la ropa en el lavadero, una y otra vez hasta sacarle la suciedad, con un buen jabón casero. Después estrujar y enjuagar unas cuantas veces más para a continuación tenderla al sol, con un nuevo ejercicio de brazos. Si a eso le añadimos el fregado de los suelos de ladrillo rojo, de rodillas y estirándose al máximo, para abarcar un trozo de suelo mayor y acabar cuanto antes. El barrido y regado de los patios de piedras no era menos laborioso. Como veis el esfuerzo era notable, si bien es verdad que estos ejercicios mantenían en plena forma a las mujeres. Ahora sería el equivalente a algunos ejercicios de “<i>yoga</i>” o “<i>pilates</i>” últimamente tan en boga.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNoSpacing" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-size: 10.0pt;">En mi casa como en tantas otras, en primavera se abría la puerta de entrada para que el transeúnte que pasara pudiera disfrutar de la contemplación de los patios, el de entrada y el principal. Era todo un espectáculo de diverso colorido y distintas fragancias. El contraste del blanco de las paredes encaladas, con el verde de las plantas, y las flores, que abarcaban toda la gama de colores, el conjunto era un magnifico cuadro impresionista. La gente se paraba y algunos pedían permiso para entrar, permiso que lógicamente se le otorgaba gustosamente, por parte de cualquier vecino que pasara en ese momento.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-size: 10.0pt;">En mi casa estaban prácticamente todas las flores más comunes, desde la más sencilla “<i>margarita</i>”, a la más delicada “<i>azucena”,</i> la “<i>celinda</i>” de flores blancas y delicioso olor, aunque de floración efímera. El “<i>jazmín azul”,</i> llamado también “<i>celestina”, plumbago”,</i> o “<i>azulina</i>”, este llenaba gran parte del patio de entrada, era muy vistoso por su gran floración. En los arriates del suelo estaban los <i>“geranios</i>”, los “<i>pericones</i>”, los variados <i>“rosales”</i> entre ellos algunos trepadores de los llamados “<i>de pitiminí”, </i>los “<i>donpedros”, “palmiras</i>”, “<i>pensamientos</i>”, las “<i>violetas</i>”, de delicada fragancia, estas eran las preferidas de mi madre, los “<i>zarcillos de la reina</i>”, y los “<i>jacintos</i>”, En los rincones más sombreados estaban las “<i>aspidistras”,</i> las “<i>hortensias</i>” y los “<i>helechos”,</i> y alguna que otra planta de sombra como la “<i>costilla de Adán”.</i> En el centro del patio una bonita <i>“palmera”.</i> Todas esas plantas estaban bajo el palio de una hermosa “<i>parra”,</i> que les daba su acogedora y fresca sombra, en los días más calurosos del famoso por sus calores, “<i>verano cordobés”.</i><o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-size: 10.0pt;">También en un arríate del patio de la entrada había una “<i>dama de noche”,</i> que justo al anochecer iba abriendo sus ramilletes de diminutas florecillas blancas, deleitándonos con su intenso perfume. No me puedo olvidar de mi preferido; el “<i>jazmín”.</i> Al atardecer le desprendíamos con sumo cuidado los pequeños capullos aún cerrados y los prendíamos por su tallo en un alambre, al que previamente habíamos doblado una punta, pinchándole un pequeño trozo de cartón para que no se salieran. Por la noche los pequeños capullos iban abriéndose dejando paso a unas florecillas de un blanco inmaculado que desprendían un finísimo aroma. Los novios se lo regalaban a sus novias cuando paseando por las calles se encontraban algunas vendedoras. Las mujeres se los ponían en el pelo o en el pecho, pero a la hora de irse a dormir lo depositaban en la mesita de noche, impregnando toda la alcoba con tan delicioso perfume.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-size: 10.0pt;">Las gitanillas siempre estaban en macetas colgadas de las paredes. Las había de todos los colores, y en abril y mayo lucían en todo su esplendor. El regar las macetas colgadas era todo un arte, ya que algunas estaban a una altura considerable. Se utilizaba para ello una caña larga, a la que en su extremo superior se le sujetaba una lata basculante con una cuerda, que hacía las veces de cazo, su trabajo costaba que el contenido de la lata llegase a su destino <i>–la maceta-</i>. Era muy divertido, pues las primeras veces se derramaba más que se vertía, y había que repetir una y otra vez con el consiguiente jolgorio de los que en ese momento estuviesen mirando. Con el tiempo llegué a ser una experta. Algo que ocurría con mucha frecuencia era que al echar el agua en las macetas, de algunas salían a estampida las “<i>salamanquesas</i>” y “<i>lagartijas”,</i> que estaban detrás de ellas. Por la noche las podíamos contemplar, muy cerca de la bombilla que alumbraba los dos patios, dándose un banquete con los mosquitos que acudían a la luz, esa colaboración era su salvoconducto para su supervivencia.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-size: 10.0pt;">En los veranos, Antoñita, la mujer de mi primo Manolo, se sentaba en el patio a trabajar en el precioso arte de la <i>filigrana</i>. La recuerdo sentada en su silla delante de una pequeña mesa rectangular, de tablero grueso, con la altura adecuada al trabajo que en ella se realizaba. Es uno de los trabajos más bonitos y delicados de la platería cordobesa. Yo me quedaba embelesada, y no me cansaba de mirar una y otra vez. Seguía con la vista el camino de aquellos finísimos<i> </i>hilos de plata que se iban deslizando entre los<i> </i>dedos de las expertas manos de mi prima, a una velocidad de vértigo. Con la mano derecha sujetaba una pinza terminada en una punta muy fina, que era la única herramienta que usaba, mientras que con la mano izquierda sujetaba la pieza que iba rellenando magistralmente de bellos dibujos <i>(aquello era magia para mí)</i>. Y no digamos cuando veía las piezas terminadas; cofres, abanicos, pendientes, rosarios, broches, etc… Todavía conservo el rosario que ella me regaló para mi comunión. Después he sabido que el arte de la filigrana la difundieron los árabes, siendo Córdoba una de las ciudades que más tradición tiene. Podemos ver y comprar estas maravillas en las tiendas de <i>“souvenir”,</i> en los alrededores de la Mezquita.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-size: 10.0pt;">En el fondo del patio separado por una puerta estaba el corralón, era un sitio terrizo que servía para todo, lo que llamaríamos ahora un <i>“multiusos”</i> pues allí hacia mi padre la mezcla para arreglar las viejas paredes, y las goteras de los tejados. La candela donde quemaba los trastos viejos, y que tanto nos gustaba contemplar a los niños de la casa. En el corralón estaba también el gallinero y las conejeras, todas construidas artesanalmente por mi padre, con tablas usadas y tela metálica. Mi padre era un genio del bricolaje, aunque esa palabra no la conocíamos en ese tiempo. El gallinero era bastante grande, había gallinas blancas, negras, grises, jaspeadas siempre custodiadas por un hermoso gallo, cual sultán en un harén. Los hubo también de distintos colores, pero mi preferido, el más hermoso y elegante, era el de tonos rojizos y calderas, las plumas del cuello y cola de color verde esmeralda y azul cobalto, y una hermosa cresta escarlata. Tenía el <i>“sultán”</i> un porte impresionante. Algunas veces mi madre me dejaba entrar a recoger los huevos recién puestos, los acariciaba y podía sentir su calor, era bastante agradable, igual que coger a las crías de los animales, por suerte no todas nacían a la vez, y todos los niños de la casa podíamos disfrutar continuamente de ese placer. Unas veces eran la conejas, otras las gallinas, o las gatas, y perras y como no los pájaros, ¡ah! me olvidaba tuvimos también una familia de patos, bastante agresivos por cierto, nos gustaba verlos bañarse en la pileta de cemento que le hizo mi padre.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-size: 10.0pt;">Nuestros niños y nietos tienen muchos juguetes y peluches de todos los tamaños, que los aprietas, hablan, o tienen música, pero no comen, no beben, no te miran, no se acurrucan cuando los coges y abrazas hasta que se duermen, ni pueden sentir la calidez de sus pequeños cuerpecitos, ni los latidos de sus pequeños corazones. Era increíble la ternura que nos producían aquellos cachorros y los ratos tan agradables que nos hacían pasar. No cabe duda que eran los mejores peluches que un niño pudiera tener. Allí estaba también el pequeño huerto de mi padre; tomates, pimientos, judías verdes, calabacines, berenjenas, hierba buena, perejil, romero, y un precioso ciruelo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-size: 10.0pt;">Un capítulo interesante era el aseo personal. Acostumbrados como estamos en estos tiempos a abrir solamente el grifo, y ya tenemos el agua a la temperatura adecuada. A la gente joven le parecerá chocante, por no decir tercermundista, y sin embargo, no sólo no era tan grave, si no que era sumamente agradable, tengo muy gratos recuerdos. En verano, mi madre llenaba un baño con agua del pozo y lo ponía al sol en el corralón durante unas horas, cuando pasaba la siesta ya era la hora del baño, y os puedo asegurar que el agua estaba a la temperatura perfecta para un buen baño relajante. Pero no menos agradable era el baño en invierno, éste se hacía en la habitación que tuviera más espacio. Mi madre ponía una olla grande en la candela, cuando a punto de hervir la vaciaba en el baño, añadiendo agua fría hasta conseguir la temperatura adecuada. Todavía puedo sentir el olor tan agradable y duradero que dejaba en mi cuerpo, el jabón “<i>Heno de Pravia”</i> con el que me enjabonaba mi madre. Ella tenía la costumbre de calentar la ropa interior en el brasero, sobre unas enjugaderas de mimbre, los días de mucho frío, y además de calentita estaba perfumada, pues mi madre se encargaba de echar sobre las brasas un puñado de <i>alhucema,</i> nombre árabe, también llamada <i>Espliego</i> o <i>Lavanda</i>. Cuando salía del agua con las yemas de los dedos arrugaditas, y ella me secaba amorosamente, como sólo una madre sabe hacerlo, me ponía la ropa caliente e impregnada de aquel olor tan agradable que ha perdurado a través del tiempo. Esos momentos para una niña, eran mágicos y tiernos, y ahora con el paso del tiempo, es uno de mis mejores recuerdos.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-size: 10.0pt;">En los patios era habitual que en las noches de verano los vecinos después de la cena se sentaran en el patio, donde se entablaban conversaciones de todo tipo, eran las tertulias más amenas y relajantes, que he escuchado nunca. Bajo un cielo estrellado como no podemos verlo ahora, el olor del <i>Jazmín </i>y de la <i> Dama de</i> <i>Noche,</i> el ambiente era inigualable. Eran noches perfumadas, noches con un encanto especial, noches con embrujo. Córdoba entera tiene eso que llamamos duende. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-size: 10.0pt;"> Podría seguir y seguir recordando tantos y tantos gratos momentos, pero no podemos usar más espacio para participar. Esto es solo una pequeña muestra de una forma de vida. Que dedico en recuerdo de mis queridos padres por enseñarme tantas cosas.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: -1.0cm; margin-right: -28.4pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;"><br />
</div>Conchi Carnagohttp://www.blogger.com/profile/12167954460026379164noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9015315585699950231.post-54776732901824119512011-12-08T04:14:00.001-08:002011-12-08T04:14:39.706-08:00CONCHA, MI MADRE.<div class="MsoNormal">Creo que es hora de dedicarle unas líneas a mi madre, esa mujer<span class="Apple-style-span" style="text-align: justify;"> </span><span class="Apple-style-span" style="text-align: justify;">que tanto me dio y de la que tanto aprendí. Mujer sencilla, pero de buenas maneras y facciones</span><span class="Apple-style-span" style="text-align: justify;"> </span><span class="Apple-style-span" style="text-align: justify;">agraciadas, dulce y suaves, de mediana estatura. Mi madre era una mujer extraordinariamente sensata e inteligente.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Nació en 1915 en Nerva (Huelva), su padre trabajaba en las minas de Río Tinto cuando la famosa huelga de 1920, que empezó en enero, tuvo varias etapas intensas, pero la más virulenta tuvo lugar entre agosto y septiembre, finalizando en enero del 1921, fue seguida por más de once mil trabajadores, creo que fue una de las más dramáticas y feroces <i>- quizás la que más-</i> de este país. Huelva acogió a cientos de niños y madres lactantes, donde eran atendidos en comedores especiales creados expresamente para tan cruenta situación. Otros ayuntamientos y particulares colaboraban con donativos, pero la situación llegó a ser tan tremenda que toda España se hizo eco del gravísimo problema y más de tres mil niños fueron acogidos por cientos de familias que generosamente se habían ofrecido a través de los intermediarios, que a su vez eran voluntarios. </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">El escritor Cobos Wilking, en su novela <i>“El corazón de la Tierra”,</i> retrata a la perfección un trozo de la historia de la cuenca minera de Río Tinto, anterior a la citada huelga de 1920, los hechos citados ocurrieron en la última década del siglo XIX, donde cientos de personas fueron vilmente asesinadas, crímenes que fueron ocultados durante muchos años a la opinión pública. Realmente fue una masacre consentida por los políticos, siempre a favor del poderoso, ya que fueron participantes activos de los terribles asesinatos. Las gentes que por su cercanía se enteraron de los terribles acontecimientos y los bautizaron con el nombre del <i>“Año de los tiros”.</i></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Mi madre como tantos otros niños, fue separada de su familia, con tan solo cinco años, imagino lo traumático de la situación, a pesar de eso tuvo suerte <i>-entre comillas-</i>, de ser acogida por un matrimonio cordobés sin hijos y de buena posición. Estos eran los encargados de una de las tabernas de la Sociedad de Plateros que estaba ubicada en la calleja Munda, posteriormente pasaron a regentar la de la calle San Francisco, donde prácticamente se crió mi madre hasta su casamiento. Seguramente no olvidó nunca sus raíces, pero sé que fue muy feliz con esa familia de clase media que la criaron como propia sin faltarle de nada incluyendo una buena educación. Nunca he sabido que pasó con sus padres biológicos ¿qué ocurrió cuando terminó la huelga y la hambruna, que desgraciadamente vivieron miles de personas y todo volviera a la normalidad?, aunque la normalidad no dejaba de ser miseria y penuria ¿Pero por qué sus padres no la reclamaron? Realmente no lo sé, ni siquiera sé si mi madre sabía algo que no nos contó nunca, pues no le gustaba hablar del tema, se ve que aún le producía dolor. Separar a una niña con cinco años de sus padres y familiares, tuvo que ser traumático, debió de sentir un desarraigo tremendo, y difícil de superar. </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Creo recordar, en los gastados vericuetos de mi mente en algún rinconcito muy lejano el haber oído siendo yo muy pequeña, algo de que su padre emigro, pero nunca supimos si fue solo o con el resto de la familia. </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Otra cosa que pudo pasar es que su madre biológica, con su familia desmembrada, y sin posibles, o bien pudo morir de pena, o sabiendo que la niña estaba siendo criada en un estatus que no se podía comparar a lo que ellos podían ofrecerle, es posible que voluntariamente renunciaran a ella en beneficio de la niña. Sin duda un sacrificio que debió costarle la salud, pero sólo son suposiciones.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Mi madre jugaba y frecuentaba el museo de Julio Romero de Torres pues era amiga de las hermanas de este, dada la cercanía con su casa, y porque también ellos, la familia Romero Barros frecuentaba la taberna, donde tanto el vino como la comida era de excelente calidad según nos contaba mi madre. </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Conoció y sufrió, la guerra <i>“incivil”</i>. A veces nos contaba anécdotas vividas, en la propia casa, que como he dicho antes era la Sociedad de Plateros, taberna muy concurrida por los vecinos de los alrededores, que en ella estaban tranquilamente tomándose un vino con los amigos, cuando de pronto entraban los fascistas y se llevaban a algunos hombres, ante el pánico de todos los presentes pues ya sabían, que al que se llevaban no volverían verlo nunca más.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">También recuerdo que nos contaba como ella y su padre escondían libros <i>-que según el reciente régimen eran perniciosos-</i>, en una cornisa que había en la azotea de la casa. La familia sufrieron muchas pérdidas de buenos amigos, que ningún mal habían hecho, solo pensar en libertad. ¡Qué gran crimen verdad?.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Mi madre fue una gran mujer en todos los sentidos, extraordinariamente fuerte, que supo afrontar los graves problemas de escasez en tiempos de la posguerra, con entereza y dignidad. Por desgracia los padres adoptivos, murieron jóvenes, apenas mi madre llevaba un par de años de casada, en el intervalo de un mes, perdió a los dos <i>-decían, que ella murió de amor-</i> ellos que estaban en buena situación hubieran sido el sostén, y la fuerza, que a mi madre le faltó. Por segunda vez mi madre vivió la tragedia, y no solo en la perdida de sus dos seres más queridos, comprobó y sufrió, por primera vez la maldad y la ambición de la gente. La familia de los padres adoptivos, una vez muertos estos tan inesperadamente, y sin haber dejado testamento hecho, entraron a destajo en la casa y se quedaron con todo lo habido y por haber, ropas, joyas, muebles, todo el patrimonio, que de haber dejado testamento habrían dejado a la que consideraban su hija. Mi madre se quedo sin nada, cuando más lo necesitaba pues fueron tiempos duros.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Pese a los malos tragos por los que la vida la puso a prueba, tenía una entereza fuera de lo común. Jamás escuche a mi madre, quejarse de nada, y eso que pasaron bastantes apuros económicos, ni la escuche decir una palabra mal sonante, ni criticar a nadie, tampoco era persona de recrearse en su desgracia, la aceptaba con la elegancia que le daba la buena educación que había recibido. </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">El primer hijo que tuvo, fue otro duro golpe, pues la cría se asfixió antes de nacer y la hermosa niña nació muerta. En aquella época se paría en las casas, solo con la ayuda de la matrona, sin ninguno de los modernos métodos de hoy día. Seguía la racha de mala suerte. Un año después nació mi hermano Antonio, al siguiente, tuvieron el segundo, otro varón al que le pusieron Rafael, cinco años más tarde nací yo, y cinco después mi hermano el menor José. Pero me consta que entre medias hubo abortos, no sé si naturales o provocados. No eran años propicios para tener muchos hijos. Pese a que carecíamos de muchas cosas, tuvimos una infancia feliz.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Mi madre era una lectora empedernida, la recuerdo por las noches con la poca luz que daban aquellas primeras bombillas de luz mortecina, se quedaba leyendo hasta las tantas de la noche, el gusto por la lectura lo adquirió de sus padres que además tenían una buena biblioteca, después se tenía que conformar con lo que le prestaban. </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">El buen arte de la cocina lo adquirió de su madre, al igual que yo de la mía, al parecer la abuela era una excelente cocinera, <i>-aunque no creo que lo fuera más que ella-</i> no he conocido a nadie que guise también como lo hacia mi madre, ni siquiera yo que aprendí de ella. Mi madre hacia del plato más sencillo un verdadero manjar, las humildes verduras que algunas veces mi padre le traía del campo las convertía en algo suculento, por ejemplo unas <i>“vinagreras”</i> para el que no las conozca eran como las espinacas pero mucho mejores, yo siempre escuchaba decir que <i>-eran mucho más finas-.</i> Las croquetas de carne o de pescada, las albóndigas de bacalao, las setas de álamo que mi padre le traía del campo, esas no las he vuelto a comer pero tengo su sabor grabado en la mente. Dios mío, dejare de mentar las comidas de mi madre porque se me está haciendo la boca agua y también porque la lista sería interminable.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Mi madre fue una mujer como he dicho al principio, muy inteligente, educada, sensata, prudente, poco habladora, pero cuando tenía que decir algo lo decía tan bien que dejaba a todos con la boca abierta, recuerdo haber oído más de una vez decir a algún vecino <i>-leche con Concha que bien sabe defenderse-</i> también tenía un don especial con los números, sin necesidad de lápiz hacia cualquier cuenta mentalmente en unos segundos. Era muy difícil que alguien la engañara en las cuentas, los que vendían a cuenta por aquella época tenían la tendencia a escurrírsele el lápiz más de la cuenta, como la mayoría de la gente humilde, no sabían ni poco ni mucho, pues los tenderos sin escrúpulos abusaban de ellas poniendo números de más, pero con mi madre no podían ella les paraba los pies y les demostraba que la cuenta no era la correcta, teniendo que disculparse ante ella, a ese ya no se le ocurría tratar de engañarla nunca más. </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Recuerdo que enfrente de mi casa vivía una prestamista o usurera <i>“mujer que prestaba dinero”</i> para pagar poco a poco, con un buen recargo <i>-igual que los bancos-</i> en más de una ocasión mi madre tuvo que recurrir a ella, esta sabía muy bien que mi madre llevaba las cuentas a la vez y que era imposible engañarla.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Años difíciles los que le toco vivir, y con qué dignidad los supo llevar en silencio, sin darle tres cuartos al pregonero, si tenía o no era su problema, salía adelante con lo que podía, pero un plato caliente siempre había, con unas simples patatas te chupabas los dedos, o con unas sopas de ajo, o de cebolla, comidas de pobres que al pasar por las manos de mi madre se convertían en manjares exquisitos.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">La vida no fue, dadivosa con ella, muy al contrario, hasta le escatimo la salud, tanto, tanto, que murió aún joven, con los años que yo cumpliré en Marzo, sesenta y cuatro, y ni tan siquiera pudo disfrutar de la lectura en sus últimos años pues el <i>“azúcar”</i> la dejo casi ciega. Pienso en todo lo que se perdió, en la cantidad de cosas que ahora podría disfrutar, por ejemplo; para ella el tener toda una biblioteca a su disposición hubiera sido el no va más. </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Cuando murió mi madre, tuve la sensación de no haber hecho por ella lo suficiente, sentí que debía de haberla mimado mucho más, no solo por ser mi madre sino porque la vida la trató mal, pero cuando te das cuenta ya es demasiado tarde. Seguramente es algo que nos pasa a todos al perder a los seres queridos, es el sentimiento de culpa que nos invade, aun a sabiendas de haberlo hecho bien pensamos que no ha sido suficiente.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Los años me han hecho comprender la gran persona que fue mi madre en todos los sentidos, yo diría una heroína como muchas mujeres anónimas a las que la sociedad nunca les reconoce su valía y aporte a la comunidad. Valga pues, este humilde homenaje no solo a mi madre sino a todas aquellas mujeres que vivieron unos años de miseria en la guerra y posguerra, y supieron mantener a sus familias unidas contra viento y marea. De sus sufrimientos y sacrificios nadie habló, solo quedaron para ellas, entraba dentro de su intimidad, y murieron con ellos. </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"> Concha mi madre, fue una gran mujer. </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Y para mí un verdadero orgullo ser su hija.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div>Conchi Carnagohttp://www.blogger.com/profile/12167954460026379164noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-9015315585699950231.post-3866561471413023722011-11-25T11:06:00.000-08:002011-11-25T11:06:54.913-08:00DE RELIGIÓN “CRISTIANA”.<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Como a la gran mayoría, nadie me pidió permiso para hacerme cristiana, entre otras cosas porque no tenía edad para comprender, simplemente me hicieron “<i>cristiana</i>”, como hacían con todos los niños a los pocos días de nacer. En esa época como en tantas otras, era lo que tocaba. Durante la Republica, únicos años en los que las familias podían bautizar o no a los hijos, se podían divorciar o no los que quisieran, no se perseguía a los homosexuales, entre otras muchas cosas beneficiosas para la ciudadanía, no en balde era la más avanzada de Europa, pero tuvimos la mala suerte de que durara tan poco, gracias a los de siempre a los intolerantes, retrocedimos en el tiempo y en la modernidad democrática. Todo volvió a ser como antes, tanto para los creyentes como para los no creyentes, era obligatorio bautizar, a todos los niños a los pocos días de nacer, yo recuerdo que era costumbre, que la mujer recién parida no saliera a la calle con su hijo, hasta que este estuviese bautizado. Las cosas cambiaron ya entrada la democracia.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Han pasado muchos años y seguimos haciéndolo, nosotros a nuestros hijos y ellos a su vez a los suyos, por inercia, por costumbre, o en algunos casos por no dar un disgusto a los padres o abuelos, es algo absurdo, cuando no se tiene eso que se llamaba y se llama, verdadera fe, o lo que es lo mismo <i>“fe ciega</i>” que no era otra cosa que un invento para que los individuos no nos cuestionáramos, multitud de contradicciones que la misma biblia tiene. No en vano la escribieron los hombres, y hay variedad de versiones.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">De todas formas, tengo que reconocer que hay curas que tienen los pies en la tierra, y saben que no es mejor persona, quien va mucho a misa o frecuenta la Iglesia en demasía, es mucho más sano ser mejor persona, que un beato hipócrita.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Empecé a ir al colegio a los cinco años, colegio del Estado, solo para niñas, los niños iban a otro solo para chicos, era lo que había. Dirigido solo por profesoras, o maestras, como se decía en mi época, el problema es que estaba super controlado por la Iglesia. Yo no podía elegir si quería o no, ir a misa, si quería o no, aprender el catecismo, si me apetecía o no, rezar el rosario todas las tardes en el colegio, perdiendo nuestro tiempo en algo que ya sabíamos de memoria. Tiempo con el que podíamos haber aprendido muchas cosas más útiles para nuestra formación. No pudo ser.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Ni que decir tiene, que ni mis padres ni los de los demás niños, tampoco podían decidir si querían aquella comedura de coco para sus hijos, posiblemente muchos estarían encantados, pero no era el caso de los míos, afortunadamente. En mi casa se hablaba de política y de las muchas barbaridades que se habían cometido en la guerra y en la posguerra, y de como la Iglesia se puso del lado de los que vulneraron la legalidad instituida por el pueblo soberano, cierto que también hubo curas que no secundaron la vergonzosa actuación de la Iglesia oficial, e incluso ayudaron dentro de sus posibilidades, pero estos eran una minoría, y eran absorbidos por el poder de la Iglesia que era insalvable. Tampoco los maestros y maestras podían elegir, si querían dar religión, era si, o si. Si alguna tenía o no, otras ideas más progresistas, se las tenían que callar, guardar para sí, o sólo hablarlas en círculos muy cercanos o afines. </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Solamente “<i>Lutero</i>” teólogo alemán, en el siglo XVI, se atrevió a discrepar abiertamente de la Iglesia, enfrentándose a la jerarquía, de una Iglesia que no tenía el menor escrúpulo en cobrar <i>“bulas</i>” e “<i>Indulgencias</i>” con el pretexto de recaudar fondos para la construcción del “<i>Vaticano</i>” y la basílica de “<i>San Pedro”</i>, algo que a Lutero le parecía inmoral, y no cabe duda de que lo era. Lutero se inspiro en las tesis de Erasmo de Rotterdan —por cierto hijo bastardo de un sacerdote—, Erasmo consideraba que la Iglesia se había quedado anclada en el Medievo, y reclamaba, una Iglesia donde hubiera más libertad de pensamiento, tesis que lógicamente la Iglesia no podía compartir pues veían en peligro su hegemonía. Enrique VIII también se enfrento la Iglesia, pero este por motivos personales, al negarle la Iglesia el divorcio de su esposa Catalina de Aragón, para poder casarse con Ana Bolena.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Las “<i>Indulgencias</i>” era un invento como tantos otros que se sacaban de la manga, con el único fin de incrementar su patrimonio -que viendo el resultado, les ha ido de maravilla como todos sus inventos-. Según ellos, el que pagaba (a buen precio, claro). La “<i>Indulgencia</i>” se le entregaba un documento, -<i>para darle más realismo</i> al asunto- donde se eximía al alma, de pasar por el purgatorio. El incauto que picaba, que eran muchos pues sabían del inmenso poder de la Iglesia, además de pagar un alto precio, se iban tan contentos, -imagino que para poder seguir pecando tranquilamente-.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">En mis recuerdos de niña, están grabadas esas dos palabras, sobretodo la más común, que era la de la “Bula” ya que las indulgencias solo eran para los pudientes a los que la Iglesia les podía sacar “una buena tajada”. Cuando llegaba la Cuaresma y sobretodo “Semana Santa” el Jueves y el Viernes Santo, no se podía comer carne, salvo que se le pagara a la Iglesia, la dichosa “Bula” que claro solo pagaban los ricos, pues la gente humilde no podía, como tampoco podía comprar carne la mayoría de las veces. En mi casa, la carne se comía de tarde en tarde gracias a unas cuantas gallinas que teníamos, que además nos proporcionaban los nutritivos huevos. En las conversaciones de los mayores que yo escuchaba, oía como criticaban a la Iglesia, por la desfachatez que esta tenia. “<i>Si pagas, puedes comer carne, si no es pecado” ¡anda y que les</i> <i>den! </i>Pero al final, el jueves y viernes, tocaba espinacas, potaje con bacalao, o bacalao frito, y no por que la Iglesia lo mandara, sino por respeto a sus ancestros, ya que la Iglesia no tenía potestad dentro de las casas -solo hubiera faltado eso-.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Cuantas charlas y sermones, me tuve que tragar en seis años que duró mi paso por el colegio, no solo los de la Iglesia, como hubiera sido lo normal, pues no, los curas tenían que meterse en el colegio, imagino que cuando le venía bien al párroco de San Pedro, Don Julián, que parecía que el propio Dios lo había nombrado tutor, de todo el colegio, -seguramente no quería que ninguna se descarriara-. Pues éste, se presentaba cuando le venía en gana, es decir cualquier día a cualquier hora. Tampoco tenía ninguna prisa, -luego pienso, que iba allí a pasar sus ratos libres-. Nos obligaban a confesar todos los sábados, para poder comulgar los domingos en la misa de doce. Visitar el sagrario todos los primeros viernes de mes, (<i>nunca supe qué sentido tenía eso)</i>. </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Nos atemorizaban continuamente, con el “<i>pecado mortal”</i> <i>(que al parecer era mucho más gordo</i> <i>que el venial)</i>. Las niñas nos hacíamos un lio, pues no sabíamos muy bien cuales eran unos y cuales otros, y no menos lio con lo de la <i>“Santísima Trinidad”</i> nosotras creíamos que era una <i>“señora”, </i>pues<i> </i>no, no lo era, según ellos eran tres; “<i>El padre, el Hijo y el Espíritu Santo”</i> pero que en realidad eran uno solo. Como comprenderéis eso ya era difícil de digerir, y la mayor de las incongruencias, yo creo que ni ellos mismos se aclaraban, solo hacía falta que hiciéramos algunas preguntas lógicas para que rápidamente cambiaran de tema, lo que nos dejaba más confundidas si cabe. Pero donde dejamos, “El Alma” y el “Espíritu” nadie sabía explicar muy bien que era el alma o el espíritu, estaba claro que era algo invisible e intangible, porque ninguna la podíamos ver, en eso llevaban razón, pero era tan difícil de creer como lo de la Santísima Trinidad, si hubieran sido cosas más normalitas, las hubiésemos entendido, creo yo. Y es que hay cosas que por más vueltas que les des, no tienen ni pies ni cabeza. Éramos niñas, pero no tontas.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Del mismo modo nos machacaban cada dos por tres con los famosos “Diez Mandamientos” que sinceramente creo yo, que nadie habrá cumplido nunca, al cien por cien, -vamos creo no, estoy segura-. El primero, nos decía que había que querer a Dios sobre todas las cosas, y yo me decía a mi misma -sin atreverme a decirlo nunca en voz alta claro- que yo quería más a mis padres, y a toda mi familia, incluso a mis amigas, y a mis maestras preferidas, todos eran visibles y tangibles, ¿cómo se podía querer más que a nadie, a alguien que ni siquiera se conoce? era todo tan absurdo. El segundo, mandamiento, era no tomaras el nombre de Dios en vano, bueno tampoco tenía muchos seguidores, pues yo recuerdo con qué facilidad la gente decía, “te lo juro por dios” ese juramento era mucho más falso que el que decía “te lo juro por mis hijos” eso ya era más serio y creíble. El tercero era “Santificarás el Día del Señor” bueno pues este solo era seguido por los más beatos, los demás pasaban del tema, como era el caso de mis padres. El más sensato era el de “Honrarás a tu padre y a tu madre” y fácil de cumplir por la gran mayoría. El quinto “No matarás”, éste era muy gordo, a las niñas nos daba hasta miedo, pero bueno, también era fácil de cumplir, siempre que no fueras un asesino, claro, y la verdad a nosotras nos quedaba, como muy lejano. El sexto, “No cometerás actos impuros” ¡huy! ¡huy! éste era un verdadero problema para todo el mundo, y éste sí que estoy segura de que nadie ha cumplido jamás, y cuando digo nadie es nadie, ahí entra lógicamente todo el clero, con Papas incluidos, pues la naturaleza no se puede reprimir por mucho que te dijeran que era pecado, véase si no los múltiples casos de pederastia dentro de la Iglesia, o en colegios religiosos. Por tanto, ese el más absurdo de todos. El séptimo “No robarás” este solo lo han cumplido las gentes honradas, y la Iglesia obviamente, no está entre ellas. El octavo, “No levantaras falsos testimonios ni mentiras” otro que es muy común incumplir. El noveno, “No consentirás pensamientos ni deseos impuros” prácticamente es igual al sexto, e igual de inútil. El decimo, “No codiciaras los bienes ajenos”, éste me parece un poco ambiguo, poco aclaratorio, y de difícil cumplimiento, porque desear mejorar nuestra forma de vivir y tener comodidades no quiere decir que codiciemos lo de los demás, solo queremos mejorar nuestra calidad de vida, eso ha pasado siempre desde que el mundo es mundo. </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">En fin, como podemos ver, algunas cosas eran un verdadero “comecocos” teniendo en cuenta que teníamos muy pocos años, aun así sabíamos en nuestro interior que eran cosas absurdas que nos hacían pensar una y otra vez tratando de entender algo, sin conseguirlo.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Como ya he dicho antes, el poder de la Iglesia es inconmensurable, lo ha sido siempre, lo más raro es que al día de hoy lo sigue siendo. Ya no hay la ignorancia de antaño, hay más gente culta, hay más información, más democracia, sabemos de las mentiras y de los negocios del Vaticano, sabemos que no pregonan con el ejemplo, nunca lo han hecho, porque de haberlo hecho no existiría ese imperio de riquezas. Sé que hay sacerdotes que se han mantenido más cercanos a los humildes, haciendo lo que se supone deberían haber hecho todos los que pertenecen a la Iglesia, algunas monjas también hacen una buena labor, estas buenas personas han hecho por su cuenta y riesgo una labor encomiable, tan lejana de la habitual, practicada por la Iglesia. Justo es decirlo. </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">A los de mi generación, nos crearon un caos mental que todavía nos dura, es muy difícil borrar de la mente lo que machaconamente nos introdujeron en el cerebro. Yo personalmente nunca he sentido apego a la Iglesia, de hecho cuando deje el colegio a los once años, deje de ir a misa, ya por fin nadie me controlaba, y como en mi casa mis padres no eran creyentes, no tuve el menor problema, pero si me gustaba entrar en las iglesias cuando estaban solas, me sentaba en un banco a meditar, y claro a pedir cosas a Dios, era tan cómodo, y relajante, pensar que alguien te iba a arreglar los problemas como por arte de magia. En aquellos años las iglesias estaban abiertas todo el día, podías entrar a cualquier hora, además de lo dicho antes, a admirar las obras de arte o simplemente a descansar o disfrutar de su frescor en verano. Ya no lo puedes hacer fuera del horario de misas.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Cuando digo que nos crearon un caos mental, que todavía nos dura, no miento, unas de las cosas que sigo haciendo es poner en navidad, el belén o “Misterio” -nunca mejor dicho- igual que mentalmente y aun a mi pesar, sigo diciendo ante algún problema de cualquier tipo, -Dios mío, que se arregle esto pronto- o -Dios lo quiera- es algo que no lo puedo evitar, para decir seguidamente, -pero que tonta soy, a estas alturas- son palabras que decimos sin darnos cuenta, porque están en nuestro cerebro, como si nos las hubiesen grabado a fuego, o con algún tipo de pintura de las que utilizan algunos grafiteros -magníficos por cierto–, pero que son imposibles de borrar, pues lo mismo nos hicieron a los de mi generación. </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Mucha gente todavía no ha sabido salir del engaño, bien por comodidad o bien como ya he dicho antes, por la necesidad, que no es otra que la de “agarrarse a un clavo ardiendo” cuando todo se pone negro, cuando no se encuentra una salida a los problemas, la gente se encomienda no solo a Dios, sino a los Santos, -que son como una sucursal de Dios-. Yo confieso que también lo he hecho, por eso mismo siento un enorme respeto por los que aun lo hacen llevados por la necesidad, o porque realmente tienen esa fe ciega, y están en su derecho de creer, como en el de no creer. Para mí siempre lo más importante es la libertad del individuo, mientras que no mutilen la mía.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">La vida me ha enseñado que solo con el esfuerzo se consiguen las cosas, pero la experiencia también me dice que el factor suerte es muy importante, pero para tener esa suerte, primero hay que haberse preparado con el esfuerzo personal, que nadie puede hacer por nosotros.</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Ya es hora de que los gobiernos, sobre todo el nuestro, dejen de financiar a la Iglesia, y por supuesto a ninguna religión. Es una verdadera vergüenza, -como dice mi amigo Molón- que con lo que está cayendo, la Iglesia no haya tenido el menor pudor en no renunciar, a los “diez mil millones de euros” que percibe del gobierno español anualmente, ¡que se dice muy pronto! ¿Qué clase de cristianos son? Qué manera más obscena, de perder el rumbo que les marcó el que en su nombre crearon este imperio de grandezas, </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">La experiencia que dan los años son los que te hacen tener una verdadera visión de las cosas. Qué pena que no nazcamos ya con la experiencia incorporada.</div>Conchi Carnagohttp://www.blogger.com/profile/12167954460026379164noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9015315585699950231.post-10591810180750501132011-10-21T09:09:00.000-07:002011-10-21T09:34:12.748-07:00MI PADRE Y SU ÍDOLO.<div class="MsoNormal"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/-w0j0BMELEAs/TqGaWgR1-tI/AAAAAAAARTA/uo0LJQC2NrM/s365/Manoletemarco.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="http://3.bp.blogspot.com/-w0j0BMELEAs/TqGaWgR1-tI/AAAAAAAARTA/uo0LJQC2NrM/s400/Manoletemarco.jpg" width="283" /></a></div><div style="text-align: center;"><span class="Apple-style-span" style="font-size: 15px; line-height: 22px;"><i>Óleo en la Casa de Andalucía de Zaragoza</i></span></div><span class="Apple-style-span" style="font-size: 15px; line-height: 22px;"><br />
</span><br />
<span class="Apple-style-span" style="font-size: 15px; line-height: 22px;">Ahora que esta tan denostada la afición de las corridas de toros, por los anti taurinos, quiero escribir un recuerdo a mi padre, gran aficionado a acudir a las plazas de toros, para ver a sus ídolos sobre todo a Manolete,</span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><div style="line-height: 150%;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">Yo no llegué a conocer a </span><span lang="ES-TRAD">Manolete </span><span lang="ES-TRAD" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">pues nací el año siguiente al de su muerte, pero que importancia puede tener esto cuando mi padre hablaba continuamente de él. Todos sabemos que tuvo muchos admiradores, pero tan incondicionales como mi padre, posiblemente muy pocos. Es curioso como sin conocer a una persona, esta pueda llegar a formar parte de nuestra historia, de nuestros recuerdos, como es mi caso.<o:p></o:p></span></div><span class="Apple-style-span" style="line-height: 24px;"><i><span lang="ES-TRAD"><br />
</span></i></span><br />
<span class="Apple-style-span" style="line-height: 24px;"><i><span lang="ES-TRAD">José Carnago Rodríguez</span></i><i><span lang="ES-TRAD" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">,</span></i><span lang="ES-TRAD" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> mi padre, nació en mil novecientos cinco</span><span lang="ES-TRAD">. Desde muy</span><span lang="ES-TRAD" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> joven fue un gran aficionado al arte del toreo, junto a su hermano </span><i><span lang="ES-TRAD">Rafael Carnag</span></i><span lang="ES-TRAD">o que</span><span lang="ES-TRAD" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> fue picador, de tal manera que raro era el día que no saliera a relucir el tema de los toros en mi casa.</span></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/-FnTIJu9YyYs/TqGcQdavRRI/AAAAAAAARTM/rf2Z46kBkBI/s218/Jos%2525C3%2525A9%252520Carnago.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="http://3.bp.blogspot.com/-FnTIJu9YyYs/TqGcQdavRRI/AAAAAAAARTM/rf2Z46kBkBI/s400/Jos%2525C3%2525A9%252520Carnago.jpg" width="258" /></a></div><div style="text-align: center;"><i>Mí padre, José Carnago Rodríguez</i></div><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">Mis hermanos y yo, desde pequeños, escuchábamos a un padre hablando de toros y toreros, nos contaba anécdotas y nos enseñaba fotografías, algunas muy curiosas, como la de un chavalillo gateando por la fachada de la plaza de toros de Las Ventas para colarse, y otras muchas más. Mi padre se entretenía en sus ratos libres que ciertamente eran muy pocos, en recortar de las revistas del genero, las mejores fotografías de toros y toreros, incluso algún que otro artículo que le llamara especialmente la atención. Con ellas hacía él su composición, las iba enmarcando y decoraba de esta forma las viejas paredes de una galería, o especie de porche, que había al final del patio principal de mi casa. EL resultado era una galería museo que llamaba la atención de todos los visitantes, por su gran contenido en documentación de los mencionados temas taurinos.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">No pocas veces escuché a mi padre contar la truculenta y dramática cogida y muerte de Manuel Granero. Cuestión que yo escuchaba con la boca abierta, y el vello de punta, pero a la vez expectante. Granero decía, vestía de negro y oro. El toro se llamaba Pocapena, y estando torero y toro cercanos a las tablas, el toro se arrancó lanzando al torero por los aires, revolcándolo varias veces, hasta que le alcanzó el cráneo al penetrarle el pitón por un el ojo derecho. Murió el día de S. Agustín. Mi padre decía que fue la cornada más impresionante de toda la historia del toreo. Y creo que al día de hoy sigue siéndolo. La verdad es que aquello me parecía espeluznante y de lo más desagradable. Parece que estoy oyendo a mi madre diciéndole, no le cuentes esas cosas a la niña que va a tener pesadillas, pero yo siempre le decía sigue papa, sigue, ¡un poco morbosa, la niña, no!<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"><br />
</span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://4.bp.blogspot.com/-EVykxAfrLrU/TqGaWqkuqzI/AAAAAAAARS8/4UfwHFnHFYg/s350/Manolete1.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="http://4.bp.blogspot.com/-EVykxAfrLrU/TqGaWqkuqzI/AAAAAAAARS8/4UfwHFnHFYg/s400/Manolete1.jpg" width="308" /></a></div><div style="text-align: center;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"><i>Óleo en el Museo Paco Laguna de Villa del Río</i></span></div><span lang="ES-TRAD" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">Eran habituales las tertulias en los patios de mi casa, pues no hay nada más agradable en las noches de verano que un patio y una buena tertulia, aromatizada de la fragancia del jazmín y la dama de noche. El tema del toreo era de los más comunes, además de otros. Nombres como Joselito, Belmonte, Arruza, Martorell, el Litri, y tantos más. Lances como verónicas, derechazos, molinetes, y un largo etc. Todos esos nombres quedaron grabados en mi memoria.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">Como todo el que destaca en algo, </span><span lang="ES-TRAD">Manolete</span><span lang="ES-TRAD" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> también tenía sus detractores. Todos sabemos que el pecado nacional es la envidia, luego la polémica estaba servida. Según mi padre, la primera pareja que crearon polémica fueron Joselito y Belmonte, buenísimos ambos, pero tuvieron la virtud de dividir a la afición y darle un nuevo aliciente a la fiesta. Por cierto, mi padre era de Joselito. Cuando murió Joselito corría un rumor, una frase que se la atribuían a Belmonte y a Ignacio Sánchez Mejías, pues al parecer los dos estaban de acuerdo, y que corrió como la pólvora. <i>“Ahora está más vivo que antes”.</i> Creo que querían decir con esto, que todo artista que muere a una edad temprana, en cualquier rama del arte, el público lo hace suyo, lo venera, lo idealiza, de tal forma que su recuerdo perdura más en el tiempo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">No puedo enumerar las veces que escuché discutir a mi padre, defendiendo a Manolete de cualquier agresión que, según él, considerara difamatoria. Para mi padre era poco menos que un dios, hasta le cambiaba la cara cuando hablaba de él, y lo hacía con tal pasión, sólo comparable a un padre orgulloso de su hijo. El jamás le veía defectos. Las mejores calificaciones que se pudiesen decir a un torero salían de la boca de mi padre</span><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%;">. Manolete,</span><span lang="ES-TRAD"><span class="Apple-style-span" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> el más grande, tan elegante, tan sereno, tan serio. Le decía yo bromeando. Jamás sus incondicionales le veían nervioso, </span><span class="Apple-style-span" style="font-size: 15px; line-height: 22px;">según</span><span class="Apple-style-span" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> ellos daba una lección de autodominio que convertía en belleza cada uno de sus lances. Todo ello unido a su certeza con el estoque, hacía que para muchos como mi padre fuera el <i>“Monstruo”</i> Sinceramente creo que rayaba el fanatismo, algo que realmente yo aborrezco, pues creo que el fanático se ciega y no es ecuánime. Pero por otra parte, pienso que la persona que disfruta de su idolatría y no le hace daño a nadie, puede perfectamente ser un <i>“fanático”</i> comprensible. Se dice de esa época que las corridas de toros eran el opio del pueblo, y el de ahora, sin lugar a dudas es el fútbol. <o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">Mi padre era un hombre muy sensible, yo creo haber salido a él, era de lágrima fácil, lo vi muchas veces emocionarse, siempre decía que se le había metido un pizco en el ojo, pero no solo con el toreo, se emocionaba con cualquier tema que tocara su fibra más sensible. Cuando nos describía la tarde de su muerte lo hacía con todo detalle. Sabíamos que</span><span lang="ES-TRAD" style="line-height: 150%;"> Manolete</span><span lang="ES-TRAD"><span class="Apple-style-span" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> vestía de rosa pálido y oro. Que el quinto toro de la tarde se llamaba Islero y </span><span class="Apple-style-span" style="font-size: 15px; line-height: 22px;">fue</span><span class="Apple-style-span" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> el que lo mató. Cuando llegaba a ese punto ya estaba haciendo pucheros. También sabíamos el nombre de su apoderado, se llamaba Camará y lo acompañaba a todas partes. Su madre, Doña Angustias. Su novia mexicana y guapísima llamada Lupe. Nos llevaba de paseo por el barrio de Santa Marina para enseñarnos donde nació y se crió Manolete, en una casa de vecinos como nosotros, de familia humilde, pero él tenía una elegancia natural y era la discreción personificada. Todo ello según mi padre lógicamente.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">Los gobernantes de la época usaban el nombre de </span><span lang="ES-TRAD">Manolete </span><span lang="ES-TRAD" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">como estandarte, con orgullo nacionalista, sin que</span><span lang="ES-TRAD"> Manolete</span><span lang="ES-TRAD" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> tuviera nada que ver, ni hubiese hecho nada significativo para que se le pudiese catalogar como de derechas. Si bien es cierto que tampoco lo negaba, pero… estaban los tiempos como para señalarse.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD"><span class="Apple-style-span" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">Había que oír a mi padre, decir, ¿Cómo iba a ser de derechas un muchacho de familia humilde, que se ha criado en la precariedad? mi padre que era ateo, </span><span class="Apple-style-span" style="font-size: 15px; line-height: 22px;">defendía</span><span class="Apple-style-span" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> la </span><span class="Apple-style-span" style="font-size: 15px; line-height: 22px;">República</span><span class="Apple-style-span" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">, y escuchaba por las noches Radio Pirenaica. Yo me quedaba durmiendo con los ecos de la potente voz de Dolores Ibarruri, sin comprender demasiado, aunque algo si que quedaba en mi mente.A mi me gustaba escuchar las historias de los mayores, además de las de mi padre, y ellos tenían en mí a una alumna disciplinada y atenta, a la vez que preguntona.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">En fin, podría seguir escribiendo mucho más, sobre mi padre y su ídolo. Sólo siento que no llegara a conocer mi faceta de pintora tardía, ya que como homenaje a él, pinté dos retratos de </span><span lang="ES-TRAD">Manolete,</span><span lang="ES-TRAD" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;"> <i>uno está en <st1:personname productid="la Casa" w:st="on">la Casa</st1:personname> de Andalucía de Zaragoza, presidiendo el salón, y otro en el museo de Paco Laguna de Villa del Río-</i> y estoy segura que le hubiera hecho muy feliz.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span lang="ES-TRAD" style="font-size: 11pt; line-height: 150%;">Tengo que decir que a mí, personalmente, las corridas de toros, no me atraen especialmente, solo fui de muy joven a dos o tres como mucho. Me ha interesado mas como pintora, estéticamente me parecen muy atractivos para pintar los temas taurinos, mucho más, cuando estan libres en el campo. Es cierto que se sufre mucho cuando matan al pobre animal, que nada ha hecho para merecer tal castigo. De todas formas me cuesta decir que soy anti taurina, por todo lo que os he relatado anteriormente, ya que está en mis recuerdos, y sería como traicionar a mi padre que era una persona noble y humana, amaba a los animales, mi casa estaba llena de ellos, y era él quien los cuidaba. Por otra parte si llegan a desaparecer del todo tampoco me voy a sentir traumatizada ni nada por el estilo. Estamos en el siglo XXI y esa costumbre no deja de ser casi medieval.</span><span class="Apple-style-span" style="font-size: 15px; line-height: 22px;"> </span></div><div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><br />
</div>Conchi Carnagohttp://www.blogger.com/profile/12167954460026379164noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-9015315585699950231.post-19051482382219784632011-05-29T08:54:00.000-07:002011-05-29T08:54:56.366-07:00PATIOS DE VIANA<div class="MsoNormal">Del museo Palacio de Viana declarado en 1981 por real decreto, Monumento Histórico Artístico Nacional, solo quiero resaltar lo que a mí particularmente me gustan sus patios, y no es que no me guste el resto, no es eso, reconozco su valor arquitectónico. Del siglo catorce<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>época medieval moderna. Durante su construcción se encontraron restos creen, de un edificio romano, como no, El museo palacio de Viana está enclavado en el popular barrio de Santa Marina, nombre que ya recibía el barrio en el siglo trece, cuando Fernando tercero el Santo, mando construir la iglesia que dio nombre no solo a esta, sino a todo el barrio, cosa muy común en aquella época, que los barrios llevaran el nombre de las iglesias, véase barrios como San Francisco, San Pablo, San Andrés, San Lorenzo, Santiago, o San Pedro etc.</div><div class="MsoNormal">Tras numerosas restauraciones y ampliaciones, el edificio llega a disponer de unos seis mil quinientos<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>metros aproximadamente, de los cuales unos cuatro mil son patios y jardín. Maravillosos <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>patios diría yo.</div><div class="MsoNormal">La fachada, de estilo marienista haciendo rincón, la mansión, aun siendo austera tiene empaque, o lo que es lo mismo es muy señorial, en realidad toda la casa es una delicia, pero me quedo con sus bellos patios, de los que disfruto a menudo sobre todo en primavera, aunque siempre están maravillosos <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Abril y Mayo <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>podemos decir sin temor a equivocarnos que son los más exultantes en cuanto a la explosión de colores y olores, que tanto agradecen nuestros sentidos.</div><div class="MsoNormal"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;">PATIO DE RECIBO</b>. Puede que sea el más señorial de todos por el pórtico que recorre sus cuatro lados, con arcos de medio punto, soportados por columnas de piedra amarilla, que forman una galería con suelo de ladrillo rojo, decorada con grandes macetones y enormes ánforas sembradas con elegantes plantas de sombra, como los helechos, la costilla de Adán , aspidistras, plantas que allí adquieren unas dimensiones extraordinarias, algunos bancos de madera antiguos, donde se puede descansar admirando el patio embelesados. En el centro del patio, se eleva majestuosa, una impresionante palmera rodeada de un nutrido surtido de plantas de diversas especies y flores de múltiples colores, las paredes y arcos bordeadas por las trepadoras. No cuesta mucho imaginarse a personajes de otra época entrando y saliendo, en carruajes, y recibidos por los dueños con todo boato, y a los numerosos servidores corriendo de un lado para otro recibiendo órdenes, arreglando la casa con especial esmero, preparando suculentas comidas, que llenan de deliciosos aromas los patios colindantes a la gran cocina, de la <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>casa.</div><div class="MsoNormal">Como dijo Antonio Gala, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">SI LAS PIEDRAS HABLARAN,</i> cuantas historias podrían contar, esas piedras y paredes de la casa y sobre todo de sus patios ajardinados. Historias de amores, y desamores, de sueños e ilusiones, de rumores e intrigas, de acuerdos y desacuerdos, donde los personajes de la historia, pasaban por todas las clases sociales, desde los cortesanos, hasta la servidumbre, que en definitiva eran los que mantenían la casa palacio en condiciones óptimas de habitabilidad, cualquiera de ellos podría tener una historia digna en menor o mayor grado de interés, tanto o más que las de sus señores.</div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;">PATIO DEL ARCHIVO.</b> Es interior, y el nombre le viene dado, porque a él dan las ventanas que custodian el archivo histórico de la casa <i style="mso-bidi-font-style: normal;">(que interesante seria visualizarlo</i>). El patio es cuadrado, sus paredes blancas contrastan con el verdor de sus plantas, petunias, calas, dama de noche, y<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>en las esquinas los parterres arropan a los naranjos mandarinos, en el centro una fuente con surtidor, decorada de elegantes azulejos sevillanos, <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><i style="mso-bidi-font-style: normal;">(que a mi tanto me gustan).<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;">PATIO DE LA CAPILLA</b>. Llamado así porque en él estuvo la capilla de la casa, en esa época no había casa señorial que se preciase que no tuviera su capilla particular, (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">faltaría más)</i> lógicamente la gente acomodada estaba mucho mas con el clero <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><i style="mso-bidi-font-style: normal;">(que siempre <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>arrimándose al sol</i> <i style="mso-bidi-font-style: normal;">que mas calienta</i>) el patio tiene dos lados porticados, y podríamos decir que es un pequeño museo arqueológico, por las numerosas piezas que contiene, como mosaicos romanos, capiteles, fustes barrocos, fragmentos de atauriques árabes ect . Es un patio recogido y umbrío, <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>adornado de naranjos y limoneros que se juntan entre sí, en el centro una fuente con surtidor rodeada de frondosos helechos<i style="mso-bidi-font-style: normal;">. (Su efecto es relajante e <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>invita a meditar).<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;">PATIO DE LA CANCELA</b>. Recibe ese nombre, por tener una cancela que da al exterior, lo que permite al viandante contemplarlo desde la calle, la fachada del patio es neoclásica tiene tres arcos <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>revestidos de ladrillo que lo comunican con una galería, donde alternan las macetas de filodendros con algunos capiteles romanos, su pavimento enchinado como casi todos, en el centro un surtidor, cuya taza barroca fue la pila bautismal de una parroquia, esta arropada por una serie de macetas de cenerarias de hojas cenicientas aterciopeladas, en uno de sus laterales los rosales de pitiminí en primavera, forman un manto de pequeñas flores amarillas, que cubren sus nobles paredes.( <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Parece sacado de un cuadro impresionista</i>).</div><div class="MsoNormal"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;">PATIO DE LOS JARDINEROS</b>. Es alargado y estrecho, el testero frontal está revestido de plumbago, yo lo llamo jazmín azul, no tiene olor pero está todo el verano echando ramilletes de flores de un bonito color azul de un celeste tirando a indigo, con el que tapizan el largo testero<i style="mso-bidi-font-style: normal;">. (Es muy decorativo, y<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>normal verlo en casi todos los patios de Córdoba).<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;">PATIO DEL POZO</b>. Cómo su nombre indica, en el se encuentra un inagotable pozo, incluso en época de sequia, los geranios, gitanillas, jazmín y alegría de la casa, al fondo una frondosa buganvilla de color salmón, es un patio bello en su sencillez. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">(Este patio enlaza con el siguiente).</i></div><div class="MsoNormal"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;">PATIO DE LA ALBERCA</b> .Un estanque o alberca, hacen que este patio sea muy relajante, medio oculto por un seto de ciprés, se encuentra un antiguo invernadero, donde se desarrollan las plantas jóvenes antes de su traslado definitivo a los patios por las expertas manos de los jardineros, <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>boneteros, laurel, hierba buena, albahaca, salvia, verbena, petunias ect de este patio se surten los demás, al lado de ese patio esta el jardín de estilo francés, totalmente cuadrado con fuente central, en el crecen rosales de todos los colores, hortensias de grandes proporciones, adelfas, palmeras datileras, naranjos y limoneros, celindas, y toda clase de plantas que se pueda tener en un jardín, destaca una centenaria encina, que sobrepasa los tejados y en el centro de ese vergel una fuente de piedra con surtidor.</div><div class="MsoNormal"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;">PATIO DE LA MADAMA</b>. Debe su nombre, a la estatua<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>que hay en la fuente,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>representando a una hermosa joven con un cántaro de agua apoyado en la cintura, <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>del que mana un surtidor, la fuente esta surcada por un seto de ciprés con forma de corona. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">(Este patio incita a las</i> <i style="mso-bidi-font-style: normal;">confidencias pues resulta muy<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"> </b>íntimo).<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><o:p></o:p></b></i></div><div class="MsoNormal"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;">PATIO DE LAS COLUNNAS.</b> Rectangular, muy espacioso, en el se celebran actos sociales,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>conciertos, teatro, y recitales de poesía, en época de buen tiempo. A la izquierda un largo pórtico de arcos sostenidos por columnas con grandes ventanales enrejados que dan al jardín. En el centro del precioso patio, tres pequeñas fuentes adornan dos estrechos estanques de agua cristalina con sonoros surtidores, rodados de delicadas plantas de agua que rodean ambos estanques, su pavimento de artístico enchinado cordobés, sus paredes encaladas, y bellamente adornadas con diferentes especies de trepadoras. Al fondo un bonito porche con columnas que sostienen un bonito tejado rematado con la típica teja árabe tan común en nuestra Córdoba, sobresale tras el tejado la torre de San <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Agustín, que parece mirar complaciente, estos bellos patios.</div><div class="MsoNormal"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;">PATIO DE LAS REJAS</b>. De forma rectangular debe su nombre a las tres ventanas que se abren a la calle, para delicia de los transeúntes, que no pueden ni quieren, pasar de largo. Sus muros tapizados de verdes parterres de naranjos, laureles, y damas de noche, en el centro una fuente de mármol con surtidor. Rodeada de cenerarias, llamadas marítimas, pues dicen huelen a mar, (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">que bonita</i> <i style="mso-bidi-font-style: normal;">definición).<o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;">PATIO DE LOS NARANJOS <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Y <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>PATIO DE LOS GATOS</b>. Estos dos últimos, más pequeños y humildes, comparados con los demás, ya que eran los del servicio, donde estaban las cocinas y las pilas de piedra donde se lavaba la ropa, y se tendía. Son por eso <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>más parecidos al común de los patios de las humildes casas de vecinos de Córdoba, como en la que yo me crie, donde se hacía vida en común, y se compartía lo poco que se tenía, el patio era el centro de reunión, de fantásticas tertulias en las noches de verano, acompañadas del perfume a dama de noche y jazmines, de problemas compartidos, de juegos, cantos y risas, </div><div class="MsoNormal"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">PATIOS, INSPIRACION DE PINTORES Y DE MUSICOS, PATIOS,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>PEQUEÑOS JARDINES PERFUMADOS, PATIOS, ALIVIO DE HOMBRES Y MUJERES AL TERMINAR LA JORNADA, PATIOS, ELEGANTES, PATIOS HUMILDES, TODOS <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>BELLOS Y DELICIOSOS. <o:p></o:p></i></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span><span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></b></div>Conchi Carnagohttp://www.blogger.com/profile/12167954460026379164noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9015315585699950231.post-31805320870996194662011-05-13T10:19:00.000-07:002011-05-13T10:19:16.976-07:00GRACIAS A LA VIDA<div style="text-align: justify;">Cuando nació mi hijo pequeño, y pasaron unos meses, decidimos bautizarlo, igual que a su hermano mayor nuestro primer hijo Paco, <i>“era la costumbre “</i>como tenemos la suerte de tener un amigo sacerdote, de los que yo llamo de los buenos, de los comprometidos con los problemas de la gente, honesto y sensato, pues bien nos hacía ilusión bautizarlo en el campo, al aire libre, otros buenos amigos Lucí y Miguel nos ofrecieron su casa, esta está situada en plena sierra de Córdoba en un entorno privilegiado. Juan nuestro amigo sacerdote, estuvo de acuerdo, pusimos una fecha y lo preparamos todo. Era un esplendido día de verano, y como en Córdoba los veranos son muy calurosos decidimos hacerlo a la caída de la tarde. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Improvisamos un bonito altar, con una mesa alargada que cubrimos con una sábana blanca, y un mantel de hilo con preciosos encajes, encima del improvisado altar pusimos un candelabro, de plata que alguien nos presto, y también una bonita fuente igualmente de plata, en el otro extremo un bonito ramo de flores blancas, delante, y a ambos lados unos macetones de helechos y de la costilla de Adán, plantas de un verde intenso y muy decorativo. El entorno no podía ser mejor, además de las vistas, estábamos rodeados de una naturaleza salvaje, arboles como el pino, las encinas, eucaliptos, arbustos como el lentisco, el romero, el arrayan, los madroños, y todas las variedades de jara que tenemos en nuestra hermosa sierra, y que podemos disfrutar a tan solo unos minutos de Córdoba, el cielo lucia de un intenso azul.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Estábamos toda la familia, muchos buenos amigos, algunos con sus respectivos hijos, el ambiente era sumamente agradable. Juan el sacerdote, comenzó la ceremonia con unas hermosas palabras, diciendo la importancia de los padres en la educación de los hijos, para que sean buenas personas por encima de todo, acto seguido puso una cinta en el magnetofón, dé pronto comenzó a sonar una bonita música seguida de una maravillosa voz, la canción era Gracias a la Vida, todos los allí presentes guardamos un silencio absoluto, y aunque ya conocíamos algo la canción nunca habíamos apreciado su contenido, y no sé si fue el entorno, mezclado con los olores de los jazmines que empezaban abrir, el cálido atardecer, pero lo cierto es que todos escuchamos en silencio y muy atentos, y a medida que avanzaba la canción se reflejaba en nuestros rostros la emoción, nos pareció que esa canción era un canto a la vida, a la naturaleza, un maravilloso canto de agradecimiento, por ser lo que somos.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Gracias a la Vida que me ha dado tanto. Sonaba la voz impresionante de Mercedes Sosa, solo interrumpida por los trinos de algunos pájaros al sobrevolarnos, y cosa curiosa hasta los niños guardaban silencio, como si intuyeran que esas palabras pudieran ser el emblema que riguiera sus vidas, palabras sencillas que nos enseñan a valorar lo verdaderamente importante.</div><div style="text-align: justify;"><i><br />
</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Gracias a la vida que me ha dado tanto.</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Medio dos luceros que cuando los abro.</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Perfecto distingo lo negro del blanco.</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Y en el alto cielo su fondo estrellado.</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Y en las multitudes al hombre que yo amo.</i></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Al despertarnos lo primero que hacemos es abrir los ojos, algo tan simple y rutinario y no nos paramos a pensar en lo importante que es, nos levantamos sin tropezar, porque vemos por donde pisamos, y nos miramos al espejo para asearnos, y sabemos cómo es nuestro rostro, abrimos la ventana y miramos al cielo, y a las calles, y a las gentes, los campos con su abanico de colores, de diferentes tonos de verdes, de alfombras de colores, en primavera, y dorados en verano y ocres y rojizos en otoño, también, nos deleitamos con el cromatismo del mar, y podemos leer libros maravillosos que nos trasportan a otros mundos a otras vidas, y tantas cosas más, pero sobre todo podemos ver las caras de nuestros seres más queridos. Somos Afortunados. </div><div style="text-align: justify;"><i><br />
</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Gracias a la Vida que me ha dado tanto.</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Me ha dado el oído que en todo su ancho.</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Cada noche y días, grillos y canarios,</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Martillos, turbinas, ladridos, chubascos.</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Y la voz tan tierna de mi bien amado.</i></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">No, no nos damos cuenta de que podemos escuchar, las palabras cariñosas de nuestro compañero, la de nuestros hijos, desde que empiezan a balbucear, y damos gracias, por su inocencia, y oímos con deleite nuestra música preferida, y nuestras canciones, los ruidos de la calle, escuchando hemos aprendido todo porque oíamos las explicaciones, de nuestros padres y maestros, y podemos distinguir las voces unas de otras. Somos afortunados.</div><div style="text-align: justify;"><i><br />
</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Gracias a la vida que me ha dado tanto.</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Me ha dado el sonido y el abecedario.</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Con él las palabras que pienso y declaro.</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Madre, amigo, hermano, y luz alumbrando.</i></div><div style="text-align: justify;"><i>La ruta del alma del que estoy amando.</i></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">No nos damos cuenta, que podemos andar, porque es nuestra rutina, porque lo hacemos a diario, subimos y bajamos escaleras, andamos por calles y plazas, paseamos o corremos por la playa, pedaleamos en la bicicleta, nadamos, igualmente con nuestras manos y brazos, acariciamos y abrazamos, y al hacerlo sentimos un goce especial y tantas y tantas cosas, que no sabemos valorar. Somos afortunados.</div><div style="text-align: justify;"><i><br />
</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Gracias a la vida que me ha dado tanto.</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Me ha dado la marcha de mis pies cansados.</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Con ellos anduve ciudades y charcos.</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Playas y desiertos, montañas y llanos.</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Y la casa tuya tu calle y tu patio.</i></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Nuestro corazón late, estamos vivos. Sentimos que se ralentiza, cuando dormimos, y que se agita cuando nos emocionamos, nos duele cuando sufrimos, se desboca cuando hacemos el amor con la persona amada, es el motor de todas nuestras emociones, lo tenemos dentro, y no nos damos cuenta. Somos afortunados.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><i>Gracias a la vida que me ha dado tanto.</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Medio el corazón que agita su marco.</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Cuando miro el fruto del cerebro humano.</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Cuando miro al bueno tan lejos del malo. </i></div><div style="text-align: justify;"><i>Cuando miro al fondo de tus ojos claros.</i></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Podemos reír, y la risa nos alegra la vida la vida, es tan importante, saber reír, y saber reírse de uno mismo, tomarse la vida con filosofía, y sentido del humor, no dar demasiada importancia a lo que realmente no la tiene, cuando hay tantas tragedias en el mundo, y tanta gente que lo pasa mal, no podemos y no debemos, creer que nuestros pequeños contratiempos, son importantes, tenemos el don de poder llorar, bendito llanto, que nos alivia las penas, aunque sigan dentro, son el bálsamo que las suaviza, también lloramos de alegría y felicidad, en ese caso nuestros ojos adquieren un brillo inusual, lloramos, reímos. Somos afortunados.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><i>Gracias a la vida, que me ha dado tanto,</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Me ha dado la risa y me ha dado el llanto.</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Así yo distingo dicha de quebranto.</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Los dos materiales que forman mi canto.</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Y el canto de ustedes que es el mismo canto.</i></div><div style="text-align: justify;"><i>Y el canto de todos que es mi propio canto.</i></div><div style="text-align: justify;"><i>GRACIAS A LA VIDA</i></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Terminado el acto del bautismo, tan emotivo e inolvidable por lo inusual, volvió la algarabía, los niños jugando y corriendo, los mayores de agradables tertulias, comiendo y bebiendo como no podía ser menos, pronto se nos hizo de noche, y si el atardecer fue sumamente agradable, la noche no lo fue menos, bajo un cielo estrellado la temperatura ideal, buenos amigos, buenas conversaciones, buena comida. Fuimos afortunados.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Aquel día de tan gratos recuerdos y sobre todo, aquella canción, marco una máxima en mi vida, no hay un solo día que al despertar no de gracias a la vida, por vivir un nuevo día. </div><div><br />
</div>Conchi Carnagohttp://www.blogger.com/profile/12167954460026379164noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-9015315585699950231.post-57836055964691864512011-01-19T10:19:00.000-08:002011-01-19T10:19:19.298-08:00LEYENDA, FICCIÓN O HISTORIA DE UNA VENGANZA.<div style="text-align: justify;">En la Córdoba medieval, se desarrollaron unos terribles acontecimientos que corrieron como la pólvora, y perduraron en el tiempo llegando hasta nuestros días. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Subiendo el arco del Portillo, llamado anteriormente de los Mercaderes, se encuentra la calle Cabezas. Actualmente, todavía se conservan algunas casas de esa época, casas solariegas del siglo xv con fachadas renacentistas, varias casas patio, de los siglos XVII y XIX, casas de dos plantas y grandes patios porticados con arcos de medio punto sobre columnas barrocas. La número tres es actualmente: La Casa Museo de Góngora, del siglo XVII, su portada es barroca, afortunadamente el Ayuntamiento la ha recuperado para el pueblo, donde se organizan exposiciones y algún que otro acto social. La número 6 fue la casa de los condes de Zamora de Riofrío, pero la más importante es la de los Marqueses del Carpio, de fachada gótico mudéjar, el cuerpo más importante es su torreón que separaba la zona de la Ajarquia, pasada la fachada, la calle se estrecha, dando paso a una tapia por la que se dejan caer diferentes tipos de vegetación, nos hace suponer que da al jardín, en el interior del palacete, se encuentran restos Árabes y Romanos. Seguidamente dos callejas, una a cada lado, a la derecha, Doña Muña, de claro estilo medieval, por la izquierda, el horno de Guiral, al fondo haciendo esquina un deteriorado capitel árabe. Entre las casas 10 y 12 encontramos una estrecha calleja, de descarnados muros de ladrillo, y un escalonado suelo empedrado, llamada de Arquillos también forma parte de la leyenda como veremos al final. En la actualidad una reja impide el paso.</div><div style="text-align: justify;"> </div><div style="text-align: justify;">Cuenta la leyenda que, en la casa de enfrente a la de los Marqueses del Carpio, vivió el muy noble don Gustioz Gonzales, viudo y padre de siete hijos, que pasaron a la historia como los Siete Infantes de Lara. La triste y truculenta historia, parece ser que comenzó, cuando los siete hermanos fueron invitados a la boda de de su primo, don Ruy Velázquez con doña Lambra, una burgalesa de noble cuna. El acontecimiento de los esponsales lógicamente era en Burgos ciudad a la que se desplazaron los siete hermanos con el beneplácito y bendición de su buen padre. Partieron muy contentos, pese a la lejanía y las incomodidades del viaje, como podemos imaginar, ya que eran muchas yardas las que tuvieron que recorrer, haciendo noche en posadas, alguna que otra noche a la intemperie, y en el mejor de los casos en alguna hospedería, dependiendo de los caminos. Dada su juventud en ningún momento su ánimo decayó, para ellos aquello era una aventura que les había brindado la providencia.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Ya en Burgos, contentos por haber llegado sin contratiempos disfrutando de la familia, y de la ciudad, que bullía, con un trasiego importante de gentes de todo tipo y rango, tenderetes de comidas, y de artesanía de la época, los juglares y trovadores, cantaban o recitaban a cambio de comida o ropa, acróbatas y demás personajes de la farándula tratando de ganarse el sustento. La demás población se componía, de los nobles, del clero, y de los campesinos, que trabajaban de sol a sol para su señores, las diferencias sociales eran tremendas. Aunque siempre han existido y lamentablemente existirán. Pero el Medievo fue especialmente duro para el pueblo llano. Diese la circunstancia, que dentro de las celebraciones, se desarrollaba un torneo o justa en el que podían participar todo el que quisiera, principalmente los más jóvenes, uno de los infantes, el más joven decidió probar suerte, sin llegar a sospechar que aquel juego le traería a él y a sus hermanos dramáticas consecuencias. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Llegado el día del esperado torneo, ignorantes de lo que el destino les tenía reservado, estaban los hermanos contentos, disfrutando de los festejos como jóvenes que eran, con ganas de reír y disfrutar, coqueteando con las jóvenes del lugar, estaban eufóricos por el hecho de haber aceptado la invitación de su primo don Ruy y de poder participar en tantos eventos.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Ataviados para la ocasión con sus mejores galas, habían cambiado sus rudimentarias ropas del viaje como los <i>“zaragüelles” – o pantalones anchos-</i>, la <i>“aljuba” – o túnica corta y ajustada-</i>, por otras similares pero de telas más costosas, como el terciopelo, o la seda, y cambiando la túnica corta por una larga, llamada <i>“talares” – por llegar esta hasta los talones-</i>, tocando sus cabezas con sombreros cilíndricos o birretes, menos el pequeño de los Lara que iba vestido como para una guerra, con las clásicas cotas de malla, túnica de lana, coraza, yelmo de hierro, escudo, cinturón, espada y lanza. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Las gradas, que para tales ocasiones se levantaban, de cómodos asientos decorados con lujosos ropajes y guirnaldas de flores, y como no, sus buenos toldos para cubrirse del sol, todo eso, era solo para los nobles, claro está, el pueblo o la plebe estaban al otro lado soportando sus pies todo el peso de sus cuerpos, y respirando sus pulmones todo el polvo del enfrentamiento. Los torneos o justas eran muy comunes en tiempos de paz, pues los caballeros necesitaban exhibir sus habilidades guerreras, y los torneos les proporcionaban la oportunidad de lucirse, podía más su vanidad que el miedo al riesgo que sabían entrañaba la contienda, pues no eran raros los accidentes graves e incluso de muerte en numerosas ocasiones. Los torneos como cualquier juego, también tenían muchas reglas, utilizaban armas llamadas <i>“corteses”</i>, que habían sido modificadas, lanzas sin punta, espadas romas, con el fin evitar dentro de lo posible que hubiese más muertes de lo debido, pues ya en si era demasiado peligrosa la fuerza de la confrontación. Los caballos también iban protegidos, gualdrapa de tela, unas placas de hierro que cubrían la cabeza, el cuello y el cuerpo, dejando las patas libres para su mejor movimiento, en la pechera lucían los emblemas heráldicos de los nobles.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Comenzado el tan esperado torneo, la exaltación del público iba en aumento, aclamando y aplaudiendo con gran alboroto a los que lograban derribar a su oponente. Por lógica, el ganador salía orgulloso de su suerte, y se vanagloriaba de su destreza y valentía, por el contrario, el perdedor, humillado, dolorido, herido, sobretodo en su amor propio, y en el peor de los casos, algunos no vivían para contarlo. Cuando le llego el turno al menor de los Lara, tuvo la mala suerte, de tocarle de oponente un primo de la novia muy querido y respetado en toda la ciudad, por su valentía y su destreza en esos trances, de los que siempre salía victorioso, con lo cual no estaba acostumbrado a perder. El enfrentamiento fue largo y emocionante, el público lógicamente se decantaba por su conciudadano, aunque había mucha gente que rápidamente sintió gran simpatía por el joven y valiente forastero, se hacían numerosas apuestas, la tensión iba en aumento, nadie había vencido nunca al orgulloso burgalés, pero la fuerza y valentía unido a su juventud, hizo que el joven acabara derribando a su oponente y veterano en esas lides. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">El caballero se sintió humillado, por haber sido destronado delante de todos sus admiradores, y su vanidad quedo tan resentida, que juro vengarse de alguna manera, en realidad toda la familia de la novia estaba muy ofendida, hasta el punto que los hermanos ya no eran bien recibidos, tanto que estos decidieron volver a su Córdoba muy tristes por lo acontecido, y pensando cuan injustos habían sido con ellos, incluso su primo, que tomo partida por la familia de su ya mujer, tanto que fue él quien fraguo la venganza, seguramente no llego a calcular las consecuencias de sus malas artes.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">En aquella época reinaba en Córdoba Almanzor. Pasaron unos cuantos meses, Ruiz Velázquez pensó que era el momento de vengar a la familia de su mujer, urdió una trampa de funestas consecuencias, con un emisario mando a su tío un pliego serrado con el ruego de que debía entregárselo en mano al mismísimo regente Almanzor. El bueno y confiado de don Gonzalo, que no sabía nada de lo ocurrido en Burgos, pues sus hijos por no apenarlo, nada le contaron, por lógica no podía sospechar que aquello era una vil trampa, que cambiaria el rumbo de sus vidas. El buen hombre pidió audiencia y se presentó el día señalado ante el rey entregando el correo a Almanzor, éste al leerlo, estallo en ira, aquel correo estaba lleno de infames calumnias dirigidas al regente, e instaba a matar al mensajero, Almanzor inmediatamente mando encerrar a don Gustioz en una torre, y lo mantuvo incomunicado hasta que se aclarara el turbio asunto, pues había cosas que no le cuadraban.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Enterados los infantes del secuestro de su padre, al que ya creían muerto según los rumores que hasta ellos llegaban, quisieron vengarlo, alertado Almanzor, de las intenciones de los infantes, y sabiendo donde se encontraban, mando a su guardia para apresarlos, hubo un duro enfrentamiento en el que desgraciadamente murieron los hermanos, les cortaron las cabezas y las clavaron en siete picas como señal de triunfo. Entrando en la ciudad con tan macabros estandartes.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Desde la torre, don Gustioz oyó un gran griterío, se asomo a la ventana y distinguió a lo lejos un cortejo que se acercaba, teniéndolo ya cercano, un grito horrorizado salió de su garganta al reconocer las cabezas de sus siete hijos.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Don Gustioz quedo tan tremendamente abatido, que hasta el propio Almanzor sintió tanta pena de él, que mandó que lo bajasen a unos aposentos dignos como le correspondía por nobleza. Pasaron unos años antes de que se recuperara de su gran pérdida, una hermana de Almanzor que sintiendo pena de él pasaba muchas horas en su compañía, comprendió que ese buen hombre había sido víctima de una cruel venganza, con el paso del tiempo se enamoraron, tuvieron un hijo que llamaron Mudarra, cuando se hizo hombre y conoció la triste historia de su padre, quiso vengar a su padre y hermanos, busco y encontró al miserable Ruy Velásquez, mato a este y a su esposa, dando fin a la venganza.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">También se cuenta, que en la calleja Arquillos estuvieron colgadas las cabezas de los infantes durante mucho tiempo.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Esta, es una de las varias versiones que de la misma historia hay, ¿cuanto puede haber de verdad, cuánto de mentira? nadie lo sabe, todos sabemos que la historia varía según quien la escriba, lo cierto es que a lo largo de siglos la leyenda ha ido pasando de padres a hijos, y que las calles de Córdoba donde supuestamente ocurrieron parte de los hechos, son las mismas, por donde hoy nosotros nos paseamos. Esta zona nos trasporta a aquella época de oscurantismo y miseria. Creo que lo único bueno que dejaron, fue un importante patrimonio. </div>Conchi Carnagohttp://www.blogger.com/profile/12167954460026379164noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-9015315585699950231.post-29642075230634007562009-11-08T09:47:00.000-08:002010-11-11T10:30:19.815-08:00DE EXCURSIÓN A LA MEZQUITA<div style="text-align: justify;">Sería por el año 1957, yo tendría nueve años, cuando las profesoras de mi colegio decidieron llevar a un par de clases de excursión a la Mezquita, eso si previamente nos hubiésemos portado bien. Desde que nos dieron la noticia estábamos más suaves que un guante, y si alguna intentaba alguna fechoría ya nos encargábamos unas cuentas de pararles los pies, y sobre todo que la señorita Emilia no llegara a enterarse, pues el castigo nos hubiera alcanzado a todas, y para las pocas veces que podíamos disfrutar de una salida colectiva, no podíamos permitir que ninguna lo estropeara por alguna tontería.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Por fin llegó el día tan esperado. Salimos del colegio en fila de a dos, charlando animadamente, en realidad el trayecto era muy corto pues el colegio estaba en la calle D. Rodrigo, frente a la iglesia de S. Pedro, a la que nos llevaban continuamente, ya que en aquella época la Iglesia tenía un control en los colegios públicos extremadamente exagerado, pues además de las continuas charlas con las que varias veces a la semana nos martirizaban, teníamos que ir los primeros viernes de mes a visitar el sagrario, los sábados por la mañana a confesar, y los domingos a misa de doce, pero no quedaba ahí la cosa, los lunes nos preguntaban por el sermón que el párroco había impartido, con ese examen controlaban la asistencia de las alumnas y pobre de la que no tuviera un motivo para justificar su falta <i>(increíble pero cierto).</i></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Aquel día salimos del colegio hacia la izquierda siempre en línea recta, calle Lineros <i>(antigua Coronel Cascajo),</i> a la altura de Bodegas Campos, a la derecha la posada, después la calle Candelaria, presidida por una gran imagen de San Rafael todavía existente, seguimos el trozo de calle que queda y nos encontramos con la famosa Plaza del Potro, con su triunfo en honor de San Rafael, y su no menos famosa fuente del Potro, coronada con un potrillo de ahí su nombre. A la derecha el museo de Julio Romero de Torres y el de Bellas Artes, ambos ubicados en el antiguo Hospital de la Caridad, edifico de finales del siglo XV, esta Plaza tiene para mí un encanto especial ya que me crié muy cerca y guardo muy gratos recuerdos. Seguimos la animada marcha en la que no parábamos de hablar, hasta el punto de que algunas vecinas se asomaban a los balcones atraídas por el murmullo, no sé si angelical o infernal, de tantas voces infantiles.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Dejamos atrás la citada plaza y atravesamos la calle Lucano, casi al final de esta había un cine de verano con el mismo nombre de la calle, al que íbamos a menudo. Atravesamos la bonita calle de la Feria hoy San Fernando, a la izquierda la Cruz del Rastro, y entramos en la calle Cardenal González, aunque al principio de la calle, en otra época fue Arquillo de Calceteros, allí hubo un Hospital llamado de la Lámpara, pero más conocido por el pueblo con el nombre de Amparo. También se conocía como Arco de la Pescadería, pues por él se accedía a la plaza de la Alhóndiga, donde en otras épocas se distribuía y vendía la mayor parte del pescado que entraba en Córdoba. Seguimos nuestra marcha hacía la Mezquita, siempre en línea recta, por fin llegamos a la Mezquita, declarada veintisiete años después Patrimonio de la Humanidad, entramos por la Puerta de Santa Catalina, lo primero que vimos fue el hermoso Patio de los Naranjos, con la torre al fondo, debía ser en primavera por el olor a azahar que nos invadió los sentidos. Las niñas quisimos jugar en ese magnífico y agradable patio, nos desmadramos un poco, pero enseguida nos llamaron al orden y volvimos a ponernos en fila, para entrar ordenadamente y en silencio, aunque eso último lo conseguíamos a medias.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Nos recibió un guía que se esforzó por explicarnos la historia aproximada de tan emblemático edificio, pero tengo que decir en honor a la verdad que por la historia árabe pasó de puntillas, sólo nos dijo que la Mezquita la hicieron los moros como decían despectivamente, cuando eso era precisamente lo único que ya sabíamos. Aquello, a pesar de mi corta edad me dejó insatisfecha, pues intuía que aquél hombre, que intentaba por todos los medios ser amable y simpático, había pasado de largo por la más importante época de la historia de Córdoba, como pude comprobar con los años <i>(seguramente recibía órdenes del Obispado).</i> Llevábamos un buen rato escuchando hablar de santos y de innumerables capillas, la de S. Clemente, la de S. Pedro, que si la de Villaviciosa, etc. Yo pensaba que aquello era más de lo mismo, a lo que nos tenían acostumbradas en la Iglesia. Saturada de tanta santería consideré que ya era suficiente y con mucho sigilo me fui apartando del grupo y me adentré por el laberinto de inmensas columnas y arcos, que desde mi pequeña estatura parecían aún más altos. Distraída iba yo cuando me di de cara con un hombre que me causó una enorme impresión, hasta el punto que después de tantos años todavía recuerdo aquel rostro. Era un hombre de mediana edad de piel muy oscura, su pelo y barba negros como una noche sin Luna, Su rostro transmitía una gran serenidad, sus ojos que eran impresionantes miraban hacia lo alto, la curiosidad me hizo seguir aquella mirada y enseguida comprendía porque aquel hombre estaba tan absorto contemplando aquella maravilla llamada el Mirhab, como supe después.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Aquello se salía de mi comprensión, estuve un buen rato mirando con la boca abierta y un considerable dolor de cuello, volví a mirar al misterioso hombre y pude ver que sus ojos se habían llenado de lágrimas. Le escuché susurrar unas palabras ininteligibles para mí, por más que agucé el oído, tengo que reconocer que yo estaba intrigadísima y expectante, y antes de que una amiga que se había percatado de mi ausencia llegase a mi altura, pude ver como dos gruesas lagrimas salían de los ojos más bellos que he visto nunca. Mi insistente amiga logró separarme de la cercanía de aquel hombre que había llamado mi atención. Con desgana me incorporé de nuevo a mi grupo sin que las maestras notaran mi ausencia. Terminado el recorrido salimos al patio y no tuvieron más remedio que dejarnos jugar un buen rato pues necesitábamos soltar la tensión que habíamos estado reteniendo durante todo el recorrido. Nos refrescamos bebiendo agua de la fuente del Olivo, pues alguien dijo que si alguna no bebía de esa caño no se casaba, imagino que es una de las muchas cosas que alguien dice una vez de broma y se convierte en tradición al ir de boca en boca, como comprenderéis a nosotras nos daba igual pues todavía estábamos muy lejos de pensar en esas historias. Llegados a ese punto la señorita Emilia, mirando su reloj dijo que ya era hora de regresar.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Siempre pensé que aquel hombre era uno de los muchos árabes que visitan la Mezquita y que lloran en silencio por la pérdida de aquel pasado glorioso en el que Córdoba fue capital de Al-andalus y en la que convivían en armonía las tres culturas; árabe, cristina y judía.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">No puedo enumerar las veces que he visitado la Mezquita a lo largo de mi vida, pero siempre recuerdo aquella excursión con el colegio. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div>Conchi Carnagohttp://www.blogger.com/profile/12167954460026379164noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9015315585699950231.post-72423455723613385612008-11-08T09:45:00.000-08:002010-11-11T10:30:03.289-08:00¿QUÉ FUE DE MIS MUSAS?<div style="text-align: justify;">Desde que tuve uso de razón me sentí atraído por las bellas artes, sobre todo por la música y la pintura, atracciones que fueron en aumento al discurrir de los años y afianzarse en mí la pasión por la pintura, en gran parte gracias a mi padre, Rafael Romero Barros, magnifico pintor y mejor maestro, del que tanto aprendí.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Ya en mi adolescencia sentí la seducción que mi ciudad Córdoba ejerció sobre mí, cuando paseaba con mis amigos por sus laberínticas callejuelas y recoletas plazuelas llenas de encanto, como la Fuensanta, Capuchinos, Plaza de Aguayos, Santa Marina y el Potro, ellas fueron el lugar de mis paseos favoritos. En ellas mis amigos y yo descubrimos por primera vez la belleza de las mujeres cordobesas, mujeres de piel morena aceitunada y mirada profunda, en la que te podías perder para siempre, sobre todo si te dejaban acercarte sólo un poco a su cuerpo, a su pelo negro y oler su perfume que embriagaba los sentidos, y te hacían soñar toda la noche con alguna de ellas. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Por lógica mi verdadera pasión fueron las mujeres, pasión que se vio incrementada con el paso de los años y que quedó reflejada en toda mi obra.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Las mujeres como tema central, ellas fueron mis fuentes de inspiración, mis únicas y verdaderas musas. Mis cuadros eran retratos, escenas cotidianas, alegorías… sacadas de las coplas que el pueblo hacía suyas, o de las letras dramáticas del cante flamenco, que por otra parte eran tan reales como la vida misma. Los distintos palos del flamenco, acompañados de los acordes de una guitarra, escuchados en silencio en cualquier rincón de Córdoba, tenían la virtud de alimentar mi inspiración. Sus letras me llegaban al alma y sentía la necesidad de dar rienda suelta a toda esa amalgama de sentimientos y pasiones pintando algunos dramas sociales; desde <i>“Vividoras del amor”,</i> en el que representé una escena de un prostíbulo, con unas mujeres que lejos de incitar deseo y pasión daban pena. Hasta <i>“Cante Hondo”</i> en el que quise reflejar el terrible drama de los celos llevado hasta el extremo de matar, algo tan real que ha existido desde el principio del mundo.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Era importante para mí escuchar sus historias para poder expresar el sentir de esas desafortunadas mujeres. La tristeza de sus ojos, la falta de ilusión o esperanza por la vida, una vida a la que distintas circunstancias, a la vez que la hipocresía de la sociedad de la época, las había llevado. Historias variopintas, y a la vez tan parecidas en su dramatismo. Historias de amores y desarraigo, pero sobre todo de una sobrecogedora resignación, que hacia que no reaccionaran ante las adversidades e intentaran de alguna manera cambiar su destino. Sólo de esa manera, conociendo sus desgracias podría yo plasmar en mis lienzos, sus rostros de una amargura latente.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Yo tenía la suerte o la desgracia de enamorarme de todas, claro está platónicamente. También podría decir que las adoraba y las respetaba, todas eran hermosas y a la vez tan distintas. Unas eran distinguidas y altivas, otras jóvenes e ingenuas, sensuales y voluptuosas otras, pero todas y cada una de ellas en su momento fueron mis musas: <i>“María Luz”, “Rosarillo”, “Carmen”, “Eva”, “Rafaela”, “Ángeles”, “Fuensanta”, Bendición” </i>y tantas, y tantas otras. Hasta mi San Rafael lo hice mujer, la modelo fue una bellísima joven sevillana. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Todas mis modelos pasaron a la historia como prototipo de la belleza de la mujer cordobesa, aunque muchas no lo eran, como la modelo que posó para la <i>“Virgen de los Faroles”,</i> que fue una joven mexicana de impresionantes ojos negros y extraordinaria belleza. Pero también es cierto que la gran mayoría si fueron cordobesas de distintas clases sociales.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Ana López, conocida popularmente como <i>“cara sucia”,</i> a la que descubrí vendiendo claveles por las calles y en los cabaret. Era preciosa de rostro muy expresivo, su cuerpo no tenía nada que envidiarle a la Venus de Milo. Posó desnuda para <i>“Musa gitana” </i>y algunos cuadros más. Tenía un temperamento demasiado rebelde. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Elisa Muñoz, una bailarina sevillana muy conocida apodada <i>“Amarantina”</i>, posó varias veces para mí. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">No puedo olvidarme de María Teresa López, más conocida universalmente como <i>“La Chiquita Piconera”.</i></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Para mí posaron actrices, bailarinas, modistillas, cantantes, gitanas, adolescentes y maduras. Todas y cada una de ellas fue importante y decisiva en toda mi obra, y les debo tanto, tanto. Muchas de ellas vieron perjudicada su reputación, pues posar para un pintor aun estando vestidas no estaba bien visto, la moral de la época no lo permitía, y la fama de mujeriego que me adjudicaron las mentes retorcidas, no las ayudaba mucho. No podían comprender que un hombre, por muy pintor que fuera, pudiese estar horas a solas con una mujer sin sucumbir a sus encantos, que duda cabe que sólo veían en mí al hombre y no al artista con su modelo, con su musa.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">El artista se enamora de su obra, ya sean personas, paisajes o cualquier otra cosa, siempre que ese alguien o cosas les haga sentir la necesidad de ponerse inmediatamente a pintar, y sólo descansar cuando el objetivo está cumplido. El artista tiene que sentir amor por lo que está pintando y sentirlo como propio y a fe mía que yo lo sentía.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Las mujeres fueron las semillas que germinaron la pasión por toda mi obra, dedicada a ellas, a mis musas.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Recuerdo como me gustaba pasear por mi ribera, al frescor de las sombras de sus frondosos árboles, cuando en verano el sol calentaba hasta las piedras. Las muchachas iban con sus cántaros en la cadera, por agua a la fuente. Era una estampa bellísima ver sus andares garbosos, sus rostros risueños y picarones, hablando de sus cosas. De lejos se oían sus risas, tan frescas como el agua que daba la hermosa fuente.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Otras veces las que se acercaban por agua eran mujeres maduras, pero más serias y pensativas, con sus problemas y responsabilidades, pero igual de hermosas, con la belleza que dan los años y la experiencia.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Igual de encantadoras resultaban cuando iban a las iglesias, tan recatadas y místicas, aparentemente, con el velo cubriéndole la cabeza y dándole a sus perfiles un halo de misterio y magnetismo.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Toda esa belleza caló en mí por todos los años que viví, y hubiera seguido igual si la muerte no hubiese venido un poco prematuramente por mí. Para más desgracia tuvo que ser en mayo cuando en Córdoba, las mujeres, como las flores, lucen en todo su esplendor. La explosión de colores y olores, unidos a la belleza de la ciudad embriagaban los sentidos.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Por eso la muerte además de injusta fue inoportuna conmigo, no tuve tiempo de despedirme de todas mis musas, de agradecerles lo mucho que hicieron por mí, decirle lo mucho que las amé a todas y cada una de ellas. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Mis queridas y admiradas mujeres, las verdaderas y únicas artífices de toda mi obra. Mis musas.</div>Conchi Carnagohttp://www.blogger.com/profile/12167954460026379164noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9015315585699950231.post-65759101311391656272007-11-08T10:01:00.000-08:002010-11-11T10:29:53.269-08:00CUENTO: EL ESPÍRITU DE DOÑA BLANCA<div style="text-align: justify;">Sí, sí, no se asusten yo soy Blanca, bueno mejor dicho, era, ahora soy sólo su espíritu.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Los cordobeses conocéis mi historia<i> (la de Blanca),</i> que en cierta forma también es la mía. Quizás el nombre de Blanca no os diga nada, pero si os digo que fue la protagonista de la leyenda de la Casa Encantada todo diríais, claro ahora sí, aquella tonta que quedó atrapada en el subsuelo de su propia casa, aunque los más jóvenes quizás no tanto, y no es culpa de ellos si no de sus padres por no haber seguido la costumbre de pasar de padres a hijos las leyendas de Córdoba que son muchas y que forman parte de la historia popular de nuestra ciudad.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Antes que ser un espíritu, mi cuerpo era el de Doña Blanca Urcel, que murió de la manera más tonta <i>(todo hay que decirlo). </i>Como ya sabéis y si no os lo digo yo, el padre de Blanca era el Corregidor Don Carlos de Urcel y Guimbarda, llamado también el Corregidor de la <i>“casaca blanca”</i>. Vivíamos en una casona de estilo renacentista llamada de los Villalones, en el barrio de San Andrés. Yo era muy joven (bueno Blanca), era bonita y en aquella época las jóvenes no podían salir solas <i>-tenían que ir siempre acompañadas con su dueña, que así se llamaban las señoras de compañía-, </i>o con su padre, ya que éste al ser viudo y tener una sola hija se excedía en cuidarla y protegerla. D. Carlos era, un hombre alto, bien parecido, elegante y educado, de pocas palabras, y aunque inculcó a su hija buenos principios y refinadas maneras, la mimaba y consentía más de lo debido. A pesar de todo Blanca se sentía sola, pues D. Carlos, al ser hombre austero y reservado, hacía poca vida social, de ahí que Blanca se aburriera tanto, pues ella estaba muy llena de vida. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Cuando ahora yo, su espíritu, veo con la libertad que salen las jóvenes con sus amigas, y sobre todo amigos, cosa impensable en aquellos tiempos. Veo como se divierten, como van a la universidad, y a su trabajo, igual que los hombres, y sobre todo la independencia de la familia, me parece increíble. Y los veo, claro que los veo y los oigo, pero ellos no me ven a mí. Nadie me ve ni me oye, pero no se pongan tristes, ser un espíritu no es tan malo, también tiene sus ventajas, puedo trasladarme de un lado a otro, como los pájaros o como el aire, ¡que digo! mucho mejor, porque yo traspaso las paredes; puedo escuchar conversaciones muy interesantes, otras tiernas y amorosas; visito las iglesias a las que iba cuando era mortal, las más cercanas de la casa eran San Andrés y San Pablo, pero también voy a otras, porque tengo mucho tiempo. Me gusta pasear por la Mezquita, por su Patio de los Naranjos, oler el azahar en primavera y veo también lo mucho que va cambiando la ciudad.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Pienso con pena en lo efímera que fue la vida de Blanca, y todas las cosas que se perdió con ella; la amistad, el amor; la maternidad; y tantas y tantas más ¿y todo por qué? por su curiosidad, o por la maldición que una gitana le echara a Blanca y a su padre, por la ambición de encontrar el tesoro que los hebreos tenían oculto en las entrañas de la casa, o porque se apagó la vela en el momento más inoportuno, o porque su dueña no pudo recordar la oración que escucharon aquella maldita noche a los hebreos a los que su padre dio posada, y Blanca y su dueña escucharon, para su vergüenza y perdición, pues como todos sabéis se cerró la puerta del pasadizo secreto y nunca más volvió a salir. Aunque su padre, mandó levantar todo el suelo, nunca encontraron el más mínimo rastro de la pobre Blanca. Lo único que queda de Blanca soy yo, su espíritu.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Ser espíritu también es divertido, tengo tanto, tanto tiempo y me sigue quedando la curiosidad. Recorro la ciudad de punta a punta, los nuevos barrios son más alegres y ruidosos, aunque yo prefiero pasear por los antiguos, por sus callejuelas y plazuelas, que me traen tantos recuerdos. La Ribera a mí me gustaba más antes, con su grandes árboles y su gran fuente de fresquísima agua, y el Puente Romano, y los sotos de la Albolafia, y al atardecer cuando miles de pájaros revolotean para acoplarse en las ramas de los árboles para pasar la noche, no me canso de verlos y escucharlos. También me distrae mucho ver la gente, ir de un lado a otro con unas prisas enormes, con gran ansiedad, en mis tiempos eso no pasaba. Lo que más me gusta es ver a los niños jugar, eso es algo que no cambia nunca, en todas las épocas los niños son iguales y es una gozada verlos y oírlos.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Al pasar por San Andrés me da una alegría enorme ver como la antigua Casa de los Villalones, hoy Palacio de Orive ha sido restaurada con mucha delicadeza y está llena de alegría, una casa que fue durante muchos años tétrica, triste y oscura, está ahora llena de vida y el pueblo puede, en ella, disfrutar de conciertos, de recitales de poesía y otros actos. Me gusta como ha cambiado la ciudad, me gusta Córdoba y me gustan los cordobeses.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Que nadie diga nunca que cualquier tiempo pasado fue mejor, porque no es cierto, yo que fui testigo directo lo puedo asegurar.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">El Espíritu de Doña Blanca.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div>Conchi Carnagohttp://www.blogger.com/profile/12167954460026379164noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9015315585699950231.post-58885304357425585352007-08-08T11:01:00.000-07:002010-11-11T11:05:22.642-08:00MI VIDA EN MIS PATIOS<div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Quiero dejar testimonio de cómo vivíamos en las casas de vecinos, que hoy se conocen en el mundo entero como los Patios Cordobeses. Os contaré los recuerdos y vivencias de mi niñez en la década de los cincuenta. Esto seguramente solo tiene importancia para mí, pero me apetece contarlo y sobre todo que mis nietos cuando sean mayores sepan cómo se vivía en esos años de escases. Se tenía muchas carencias pero las suplíamos con otras cosas que ahora no tenemos. Por ejemplo, en primavera y verano nuestros patios eran como jardines, en ellos jugábamos todo el día, mí casa también disponía de un hermoso espacio de tierra, de usos múltiples como ya explicare mas adelante.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Nací un once de Marzo en el mil novecientos cuarenta y ocho. Me crié en una de tantas casas, llamadas de vecinos, quizás porque en ellas habitaban varias familias, la mayoría de origen humilde, carentes de todo tipo de lujos y comodidades, como las que hoy disfrutan nuestros hijos.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Pero si tengo que ser sincera y visto desde la distancia y la madurez que dan los años, creo que mi niñez, como la de tantos de mi generación, aún en la escasez, y en la total carencia de lo que ahora llamamos bienestar social, fue mucho más rica en experiencias. Como pueden ser; vivir al aire libre, es decir en los patios y también, por qué no, en la calle, y no por dejadez de nuestros padres, si no porque tuvimos la gran suerte de conocer nuestros barrios sin apenas tráfico, por no decir ninguno, de tal manera que nuestras madres estaban muy tranquilas cuando jugábamos en las puertas de las casas, pues lo máximo que nos podía pasar era alguna torcedura de tobillo, al saltear a la comba, magulladuras en las rodillas al caernos, y como no, alguna “ escalabraura” como se decía, bien por caídas o por alguna pedrada, de ahí la tranquilidad de las madres. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Como buena anfitriona, que creo soy, quiero que conozcáis como era mi casa, cuando menos aproximadamente. Mi casa estaba situada en el barrio de San Pedro, en la calle Mucho Trigo número diez, antiguo treinta y cinco, rodeada del patrimonio artístico monumental más importante de la ciudad de Córdoba. Esta casa la compraron mis abuelos paternos en el año mil novecientos treinta y dos, por el precio de ocho mil pesetas. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Se da la curiosa circunstancia que quien le vende la casa a mi abuelo, fue D. Manuel Enríquez Barrios que ejerció como Alcalde de Córdoba, desde mil novecientos trece al mil novecientos dieciséis, abogado y Juez de Paz. El citado D. Manuel había sido declarado heredero por la propietaria de la casa, Doña Ramona Aroca González, viuda y sin hijos, que a su vez lega, en el mismo testamento, doscientas cincuenta pesetas a las Hermanitas de los Pobres de Córdoba. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Era una casa de poca fachada, apenas seis metros. En la fachada sólo había un enorme portalón de madera, con escalón de mármol por el que se accedía al primer patio. Entrando a la izquierda se encontraba la primera vivienda que constaba de dos habitaciones, una más pequeña que la otra, en la que habitaban los únicos inquilinos, Francisco y María –esta última es la única persona que aún vive de la generación anterior a la mía-, que no pertenecían a la familia. Se trataba de un matrimonio Francisco y María y sus dos hijos; Paco y Mari Tengo que decir que llegaron a ser entrañables, ya que compartimos muchos buenos momentos.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Este primer patio se iba estrechando hasta llegar a la entrada del segundo y principal. En esa especie de puerta de entrada, entre uno y otro patio, a ambos lados de la pared había unas fotografías muy antiguas de la virgen y un sagrado corazón de Jesús. Ambas estaban protegidas en una especie de hornacina con un cristal y se conservaban bastante bien. Llegados a este punto ya en el patio mayor y principal, dando unos pasos a la derecha entramos en el “patinillo”, un patio mucho más pequeño donde se encontraba la gran cocina comunitaria, con varios fogones y poyetes, todos de ladrillo rojo, Cada familia tenía una parte de poyete y un fogón. A la derecha de la cocina estaba el pozo, del que nos abastecíamos para todas las tareas de la casa, menos para beber. En el pozo había dejado caer mi padre, gran pescador, algunos peces, que vivían allí y que podíamos ver ayudándonos de un espejo que reflejaba en su fondo la luz del sol, ya que la cocina y el pozo, y también la gran pila de piedra que estaba delante del brocal, estaban cubiertos techos de gruesas vigas y tejados de teja árabe.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Cada familia tenía también un día para lavar la ropa en la pila de piedra, con el lavadero tallado en ella. El lavado suponía un gran esfuerzo, primero hacían falta muchos litros de agua para llenar aquella pila enorme, y todo el ejercicio era de brazos, primero para sacar el agua del pozo, y luego para restregar y restregar la ropa en el lavadero una y otra vez para sacarle la suciedad. Después estrujar y enjuagar unas cuantas veces, y volviéndola a estrujar nuevamente para después tenderla al sol, con un nuevo ejercicio de brazos. Si añadimos el fregado de los suelos de ladrillo rojo, de rodillas y estirándose al máximo, para abarcar un trozo de suelo mayor y acabar cuanto antes. Como veréis el esfuerzo era notable, si bien es verdad que estos ejercicios mantenían en plena forma a las mujeres.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">En el mismo patio frente a la pila, en un rincón, estaba el retrete era un cuadrado un escalón ancho y alto con agujero en el centro, puerta de madera desvencijada, un clavo en la parte interior servía para colgar el papel, era el único que había para todos, con las consiguientes molestias que os podéis imaginar, a la hora de evacuar, como coincidieras en tales urgencias con otros, y que no pocas veces pasaba. Cuando la urgencia era más bien una emergencia, el sujeto en cuestión, tenía que correr hacia el corralón y en un cerro de tierra que había allí se vaciaba aliviado, enterrando en la tierra el producto de la urgencia. Después volveremos al corralón.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">La limpieza del retrete, como la de los patios y puerta de la calle incluyendo el acerado que nos correspondía, al igual que la pila, cada día le tocaba a una familia, evidentemente siempre eran las mujeres las que hacían estos trabajos. El barrido de los patios era muy entretenido, sobre todo el de la entrada, de grandes cantos rodados y grietas profundas, de tal manera que la suciedad se colaba por los rincones entre piedra y piedra sobre todo, en primavera cuando las flores se desojaban dejando caer pétalos y semillas en abundancia y era realmente difícil sacarlas a golpes de escoba, tanto que a veces había que sacarla con los dedos. Después de barrer había que regarlos, sobre todo en verano, época en la que se regaba mañana y tarde si bien era una delicia regar los patios en verano con el agua tan fresca del pozo.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Volvamos a la casa. Salimos del citado “patinillo” y nos encontramos otra vez en el patio principal. A la izquierda vivía mi tío Rafael, hermano de mi padre. Era picador de toros, soltero y estaba jubilado a causa de una cornada. Su vivienda consistía en dos habitaciones parecidas a las citadas en primer lugar en el patio de entrada. Recuerdo cuando murió mi tío, tendría la edad de ocho o nueve años y ese acontecimiento me causó una extraña sensación al escuchar desde el dormitorio las conversaciones de los adultos, familiares y amigos que componían el velatorio. Allí se hablaba de todo y de todos, de lo divino y de lo humano. Se escuchaban más risas que llantos. Yo pensaba que se lo estaban pasando bastante bien, y no comprendía porque no nos dejaban participar a los niños, en fin, cosas de mayores pensé yo. Las habitaciones de mi tío pasó a ocuparlas mi primo Manuel, que en realidad era sobrino de mi padre, pero lo curioso para mí es que eran de la misma edad, cosa que por más vueltas que le di en aquel entonces no lograba entender. Su mujer era Enriqueta y sus tres hijos, Antonio, Manolín y Carmen.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Al lado de esas habitaciones de mi primo Manuel, había otra un poco mayor, allí vivía mi primo Rafael con Pura, su mujer, y su hijo Rafael. A la derecha del patio estaban las mejores habitaciones; una cuadrada totalmente y otra rectangular bastante grande. Entre las dos una escalera accedía a la planta alta con la misma configuración y dimensiones que las de abajo, pero por lógica mucho más luminosas. En la mayor y más alegre pues tenía un gran ventanal con un ancho poyete que a mí me encantaba sentarme en él para ver los tejados y los patios, en ella vivía mi tía Magdalena, hermana de mi padre, a la que siempre recuerdo vestida de negro, pues quedó viuda joven y después perdió un hijo con veinticuatro años. Mi tía Magdalena tenía otras dos hijas que se marcharon de la casa al casarse. Los otros hijos, Rafael ya mencionado y Manolo con su esposa Antoñita, ocuparon la habitación más pequeña de las de arriba. Tuvieron dos hijas, Magdalena y María.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">En las habitaciones de abajo vivíamos mis padres, Pepe y Concha, así como mis tres hermanos; Antonio, Rafael, Pepín y como es lógico yo, que me llamo Conchi. La habitación pequeña era el comedor y la grande el dormitorio. Aunque parezca mentira, la familia que disponía de dos habitaciones era afortunada.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Al fondo del patio, justo entre las viviendas, estaba la galería, que en realidad era un pequeño porche con su tejado, cuyas antiguas paredes, tenía mi padre decoradas con carteles de ferias y corridas de toros. Cuadros de toreros debidamente enmarcados, algunos de primeros del siglo XX, posiblemente heredados de su padre, que al igual que el mío era un gran aficionado a ese arte desde muy joven y había sabido conservar. En la misma galería existía una puerta que daba acceso al corralón, éste era un terreno rectangular grande y terrizo, y en realidad era el paraíso de todos los niños de la casa, pues en él se abría un gran abanico de posibilidades para jugar a cualquier cosa que se nos ocurriera.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">A mi casa la llamaban la casa del tinte, porque mi padre era tintorero, oficio que aprendió de su padre siguiendo con el negocio cuando el abuelo falto, el trabajo era sumamente laborioso y pesado, era todo artesanal las prendas eran mayormente abrigos, chaquetas, y vestidos, recuerdo los grandes calderos donde en agua hirviendo echaba mi padre el tinte del color que el cliente previamente había elegido en un bonito catalogo de colores, catálogos que mi padre me dejaba cuando le mandaban los nuevos, me gustaba mucho jugar con ellos, como me gustaba mirar como mi padre trabajaba, los grandes calderos puestos sobre unas no menos grandes estrevedes, debajo las brazas que había que avivar continuamente, con un palo largo y recio tenía que remover asta disolver el tinte en polvo que previamente había volcado, pero no era tan fácil como puede parecer, antes tenía que saber la cantidad exacta para que saliera el color deseado por el o la cliente, había que saber el tiempo que cada prenda necesitaba, mi padre era un perfeccionista, tanto para con los colores como la terminación de la prenda que era el planchado, yo siempre estaba ávida de aprender de todo me gustaban los fuertes olores de los tintes, ver como mi padre ayudándose de los fuertes palos sacaba del agua hirviente y coloreada las prendas, puedo recordar el trabajo que le costaba sacar los abrigos con la ayuda de mi madre, que le sujetaba el palo por el otro extremo y así entre los dos lograban colgar el palo con ganchos en los tendederos para que escurrieran y secaran, era un trabajo realmente fuerte, mi padre tenía una buena clientela de personas de un alto poder adquisitivo, pero las subidas continuas de los tintes y los fuertes dolores de espalda hicieron que lo dejara, yo presumía llevando a mis amigas a ver el magnífico espectáculo que ellas no tenían en sus casas.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Como en materia de juguetes apenas teníamos alguno, había que usar la imaginación, y a fe mía que la desarrollábamos enormemente. Usábamos piedras grandes, pequeñas, tierra, hiervas, latas, cartones, tablas viejas y un sin fin de utensilios que no servían para otra cosa. De vez en cuando mi padre hacía limpieza en el corral, con gran regocijo de todos los niños de la casa, pues mi padre preparaba una gran candela donde se echaban todos los trastos viejos a los que ya era imposible sacarle ningún partido. Los niños nos quedábamos boquiabiertos viendo el maravilloso espectáculo de las llamas con sus rojos, amarillos, anaranjados, y oyendo su crepitar nos extasiábamos. Era realmente todo un espectáculo que nos dejaba absortos en su contemplación hasta que se consumía el fuego y sólo quedaban las cenizas. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Luego estaban los animales. Otro capítulo importantísimo de nuestra niñez. Siempre tuvimos perros de distintas razas, que avisaban fielmente cuando entraba algún extraño a la casa aunque también hubo alguno que era tan noble y confiado que cualquiera podía entrar hasta el fondo de la casa sin que moviera ningún musculo, tranquilo y pacifista que era el animalito. Gatos de todos los colores y pelaje, que mantenían a raya a los ratones, nos reíamos mucho cuando en la época de celo se subían a los tejados para cortejar a las gatas de los alrededores, había un trasiego de gatas y gatos que en la oscuridad de la noche solo veíamos puntos luminosos y muy brillantes, que eran los ojos, y las risas venían cuando empezaban a maullar de una forma diferente a la acostumbrada, sus aullidos parecían lamentos y llantos, eran bastante cómicos, teníamos gorriones, Canarios, lechuzas y hasta un búho. También tuvimos un cerdo que le regalaron a mi padre y que rápidamente pasó a mejor vida para paliar la escasez de algunos alimentos -mi padre era encargado del riego en el canal del Guadalmellato, andaba muchos kilómetros a diario, para controlar el agua que los propietarios de las huertas tenían asignada, y no hubiera problemas de desabastecimiento para ninguno. Recuerdo como se ponía de negro en verano, y cuando se quitaba la ropa se quedaba de pie, de haber sudado tanto al secarse, parecía que estaba almidonada.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">En el corralón estaba también el gallinero y las conejeras, todas construidas artesanalmente por mi padre, con tablas usadas y tela metálica. Mi padre era un genio del bricolaje, aunque esa palabra no la conocíamos en ese tiempo. El gallinero era bastante grande, había gallinas blancas, negras, grises, jaspeadas siempre custodiadas por un hermoso gallo, cual sultán en un harén. Los hubo también de distintos colores, pero mi preferido, el más hermoso y elegante, era el de tonos rojizos y calderas, las plumas del cuello y cola de color verde esmeralda y azul cobalto, y su hermosa cresta escarlata. Tenía el sultán un porte impresionante. Algunas veces mi madre me dejaba entrar a recoger los huevos recién puestos, los acariciaba y podía sentir su calor, era bastante agradable, igual que coger a las crías de los animales, por suerte no todas nacían a la vez y podíamos disfrutar continuamente de ese placer. Unas veces la conejas, otras las gallinas, las gatas, los perros y pájaros, ¡ah! y también tuvimos una familia de patos, bastante agresivos por cierto. Nuestros niños y nietos tienen muchos juguetes y peluches de todos los tamaños, que los aprietas y hablan o tienen música, pero no comen, no beben, no te miran, no se acurrucan cuando los coges y abrazas hasta que se duermen, ni pueden sentir la calidez de sus pequeños cuerpecitos. Era increíble la ternura que nos producían aquellos cachorros y los ratos tan agradables que nos hacían pasar. No cabe duda que eran los mejores peluches que un niño pudiera tener.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">El corralón también albergaba un pequeño huerto que mi padre cuidaba con gran esmero y destreza. Allí crecían tomates, pimientos, habas, berenjenas, perejil, ajos, hierbabuena y hasta un hermoso ciruelo de la variedad claudia, que cuando florecía era un placer para la vista. El corralón era multiusos. Allí hacía mi padre la mezcla para reparar continuamente las paredes. También en un barreño se apagaba la cal que compraban en grandes trozos, que parecían piedras, y que al echarle el agua hervía echando humo y formando grandes pompas. A los niños nos gustaba mirar a cierta distancia pues salpicaba bastante. Cuando se enfriaba ya estaba lista para blanquear las paredes, que mi padre mantenía a raya con sus remiendos continuos, y también las goteras de los tejados. Más de una vez nos subíamos a los tejados cuando no nos veían, mirar los patios desde esa altura era impresionante y toda una aventura que, lógicamente terminaba en castigo cuando nos descubrían.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">En los inviernos, los días de frío intenso o de lluvia, se nos hacían interminables, pues no nos dejaban jugar en los patios y era mucho más aburrido, pero también le encontraba un encanto especial a los días lluviosos. Desde la puerta del comedor podía disfrutar del espectáculo de ver como se vaciaban las nubes, pues tenía enfrente los tejados del ala izquierda de la casa y podía ver perfectamente la fuerza con la que caía el agua sobre las tejas y rebotaba en miles de gotitas, hasta que poco a poco cuando escampaba se podía escuchar el silencio y respirar el olor a tierra mojada. Ver como todas las plantas quedaban lasas por la fuerza del agua, pero al rato podíamos comprobar como volvían a elevarse sobre si mismas, y como en días sucesivos, emergían de la tierra pequeñísimos nuevos brotes de un verde intenso. Otras veces cuando las nubes se abrían dejando un hueco, por el que asomaba tímidamente el sol, podíamos disfrutar de los colores del arco iris. Además de espectacular, era relajante.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Un capítulo interesante era el aseo personal. Acostumbrados como estamos en estos tiempos a abrir solamente el grifo, y ya tenemos el agua a la temperatura adecuada, a la gente joven le parecerá chocante, por no decir tercermundista, y sin embargo, no sólo no era tan grave si no que era sumamente agradable, tengo muy gratos recuerdos. En verano, mi madre llenaba un baño con agua del pozo y lo ponía al sol en el corralón durante unas horas, cuando pasaba la siesta ya era la hora del baño, os puedo asegurar que el agua estaba a la temperatura perfecta para un buen baño relajante. Pero no menos agradable era el baño en invierno, éste se hacía en la habitación que tuviera más espacio. Mi madre ponía una olla grande en la candela, cuando estaba amenazando a hervir la vaciaba en el baño, añadiendo agua fría hasta conseguir la temperatura adecuada. Todavía puedo sentir el olor tan agradable y duradero que dejaba en mi cuerpo, el jabón “Heno de Pravia” con el que me enjabonaba mi madre. Ella tenía la costumbre de calentar la ropa interior en el brasero, sobre unas enjugaderas de mimbre, los días de mucho frío, y además de calentita estaba perfumada, pues mi madre se encargaba de echar sobre las brasas un puñado de alhucema, también llamada espliego o lavanda. Cuando salía del agua con las yemas de los dedos arrugaditas, y me secaba amorosamente, como sólo una madre sabe hacerlo, me ponía la ropa caliente impregnada de aquel olor tan agradable que ha perdurado a través del tiempo y que es uno de mis mejores recuerdos.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Tengo grabados en mi mente, dos acontecimientos de cuando tenía cinco años; uno fue el nacimiento de mi hermano pequeño -en esa época las mujeres parían en su casa-, el día del parto no nos dejaban de ninguna manera entrar en el dormitorio, ni a mis hermanos ni a mí, todos estábamos intrigadísimos pues había una actividad inusual, y carreras de la cocina al dormitorio, comentarios y caras de preocupación, parece que la cosa fue muy complicada al venir el niño de pies. Mi madre quedó destrozada y tardó más de un mes en recuperarse, la recuerdo andando muy despacio sujetándose con un andador de hierro. Todas las mujeres de la casa la ayudaron hasta que se recuperó de tan complicado parto.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">El otro acontecimiento, fue el primer día que mi madre me llevó al colegio -curso cincuenta y dos cincuenta y tres-, estaba éste en la calle D. Rodrigo y se llamaba Doña Rosario de Torres, era del Estado y como podéis suponer sólo para niñas, lógicamente regentado por maestras. Los únicos hombres que allí entraban, además de los de mantenimiento de las instalaciones y el marido de la portera, eran los curas, y no pocas veces por cierto, pues cada dos por tres teníamos allí a D. Julián Caballero Peña (párroco de S. Pedro), era un hombre alto y fornido, de voz firme y potente, las niñas le temíamos y creo que las maestras también, pues en su presencia se las veía tensas, y sólo se relajaban cuando ya se había marchado, eso sí, después de haberles dado instrucciones de cómo tenían que obligarnos a rezar el rosario todas las tardes, visitar el sagrario los primeros viernes de mes, los sábados confesarnos, para los domingos en la misa poder comulgar, y un largo etc. de instrucciones que les daba a las pobres maestras, me imagino lo que tendrían que pasar las que tuvieran un punto de vista distinto al de la Iglesia y del estado, normas impuestas por la fuerza y la sinrazón. Pero esa es otra cuestión. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">El Colegio Doña Rosario de Torres era un gran caserón de gran fachada y enorme portal, con suelo de mármol blanco, y una gran puerta de madera oscura con relieves artesanales. Una vez dentro del portal, para acceder al recinto, había que tirar de una cadena para que la campanilla que estaba al otro lado sonara, y con su repetitivo tintineo alertara a la portera. Esta era una señora de mediana edad, entrada en carnes, con el pelo recogido en un moño. Ella y su familia vivían en el colegio, a la sonora llamada ésta acudía presta a abrir la gran cancela de hierro forjado que formaba artísticos dibujos. A la izquierda de la cancela estaba la escalera, también de mármol blanco como el suelo, y hermosa baranda del mismo estilo de la cancela, por la que se accedía a la parte superior del caserón donde estaban las clases de los mayores. Frente a la cancela del portal se accedía a un patio de grandes dimensiones, totalmente cuadrado, a la izquierda había una galería con columnas coronadas de arcos, y un gran aula, su puerta y ventanas daban a la galería, antes de llegar a esta clase había un pasillo muy estrecho que daba a un pequeño patio interior, donde estaban una clase para los más pequeños, con ventanas al jardín, y a la derecha estaba la cocina, bastante grande en consonancia con las dimensiones de la casa. La recuerdo porque, durante unos años, nos repartían a cada una de las niñas un vaso de leche en polvo. En esa época yo tendría ocho o nueve años. Cada día las maestras nombraban a varias niñas para ayudar en la cocina, la finalidad era disolver la leche en polvo en el agua, tarea ardua y casi inútil pues siempre quedaban bastantes grumos. El resultado era un líquido amarillento de olor nauseabundo, que a mí me hacía vomitar, de manera que me las ingeniaba para dársela a alguna compañera que no le hacía ascos, eso sí con cuidado de que no me vieran las maestras. Otras veces nos repartían un trozo de queso mantecoso, tipo bola, que estaba bastante bueno, y ese si que me lo comía con agrado.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Lo primero que hacíamos al llegar por la mañana, era ponernos en fila, delante las más pequeñas, y en la última fila las mayores, llenábamos el patio, y nos obligaban a ponernos firmes y extender el brazo derecho para cantar el “Cara al Sol”, niñas entre cinco y doce años, con baberos blancos, actuando como militares –habrá cosa más absurda y ridícula-, pero no le dábamos importancia al desconocer su significado afortunadamente. Después del protocolario acto diario cada fila se dirigía después a sus respectivas clases. Yo disfrutaba mucho del colegio, para mí fue una etapa muy importante en mi vida, siempre estaba ávida de aprender de todo. Recuerdo que nos ponían de pie a cada una, para leer en voz alta, y si no pronunciábamos correctamente, nos obligaban a repetir una y otra vez, en ese aspecto las maestras hicieron una gran labor, quizás hoy en día no se cuide tanto la dicción en las escuelas de primaria, sólo hay que oír a algunos jóvenes, el reducido vocabulario que utilizan, y la malísima pronunciación.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">En las fiestas de Navidad hacíamos teatro, naturalmente de temas religiosos, recitábamos poesías y cantábamos villancicos, al final de curso también se hacia una fiesta y un concurso de preguntas del catecismo como no podía ser de otra manera, consistía en formar un circulo y cada niña hacia una pregunta a su compañera de al lado, si esta no respondía correctamente, la tenía que contestar ella, la que había fallado que daba eliminada, de esta manera se iba reduciendo el grupo hasta quedar solo una que era la ganadora, el premio era un diploma y una banda que solo le daban a las tres finalistas, en definitiva lo pasábamos muy bien y yo siempre participaba en todos esos eventos como “Mariquita la Primera”. Los primeros años son importantísimos para todas las personas, y no podía ser menos para mí, guardo muy gratos recuerdos de aquellos años, de todas mis profesoras y de mis compañeras.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Cuando llegaba el Carnaval –que durante mucho tiempo estuvo prohibido-, a los niños y niñas nos disfrazaban con ropas viejas. A las niñas de niños, con las de los hermanos, y a los niños de niñas que resultaban mucho más cómicos. Como igual de cómico es un hombre vestido de mujer. Los socorridos disfraces de payaso y de demonio, con cuatro trapos viejos y la cara pintarrajeada, con un poco de imaginación dábamos el pego, y sobre todo nos lo pasábamos muy bien. Pero las que realmente se lo pasaban bien eran las mujeres. Se disfrazaban de viejas, con ropas negras y bastón, con el pelo manchado de polvos de talco, y con el lápiz de ojos imitaban las arrugas y ojeras, caminando encorvadas y hablando con voz temblorosa. Era increíble lo habilidosas que algunas podían llegar a ser, no solo en el arte del camuflaje sino como auténticas actrices, alguna se atrevía a imitar al universal “Charlot”, con bastante arte por cierto. Pero lo más socorrido era usar las ropas más viejas de sus maridos, si estaban gordos; pues cojines en la barriga y en culo, y asunto resuelto, y allá que iban corriendo de casa en casa alborotando al vecindario, que tranquilamente estaba ocupado en sus quehaceres cotidianos. Las que llevaban careta, al cruzarse por la calle con otras vecinas, desfigurando la voz les decían la famosa frase “Adiós, que no me conoces”, y las otras intentaban sonsacarlas con preguntas para ver si lograban identificarlas, al no conseguirlo decían ―Que “joía”, no hay manera―, y seguían su camino dándole vueltas a la cabeza intentando descubrir a la susodicha. Mientras que la “máscara” seguía su camino contenta de haber salido airosa, sin que hubieran descubierto su identidad. Alguna que otra vez se llevaban un buen susto, pues algún gracioso desde la ventana alzaba la voz gritando a pleno pulmón ―¡¡Que vienen los guardias, que vienen los guardias!! ―, Y las pobres, entre el miedo y la risa por lo ridículo de la situación, corrían como alma que lleva el diablo escondiéndose en la primera casa que encontraban. Hasta que se daban cuenta que todo había sido una broma, entonces estallaban en risas y se desmadraban, cantaban, contaban chistes… evadiéndose cada una de sus respectivos problemas. Alguna aprovechaba la ocasión, única en todo el año, para ridiculizar al marido, vengándose así del maltrato que recibían de sus conyugues. Hoy día nos parecería ridícula esa pírrica venganza, pero era lo único que podían hacer, pues ni tan si quiera la familia las apoyaba, y mucho menos la policía, totalmente indefensas no les quedaba otra que seguir aguantando estoicamente por los hijos. Por eso el Carnaval era la única válvula de escape que tenían, aunque no pocas veces las risas acababan en llanto, pues afloraba en ellas el sentimiento de impotencia que llevaban arrastrando año tras año. Más adelante los jóvenes organizaban en las casas bailes de disfraces, pero estos ya vestían bonitos trajes que con la ayuda de sus madres o tías les confeccionaban. Mis amigas y yo los veíamos pasar todas llenas de envidia. Los chicos también iban guapísimos. (No pensaran que en la casa donde se celebraba el baile, no estaba toda la familia, incluidos los abuelos tíos y sobrinos, y algún agregado más, ya que había que cuidar “la moral”, pero estoy segura que se descuidarían, momento que aprovecharían las parejas para “achucharse”). Cuando terminaba el baile, ya entrada la noche, los mayores acompañaban a las jóvenes hasta sus respectivas casas, tan puras e intactas como habían salido. Pero lo que afortunadamente no podían controlar eran sus mentes y los sueños eróticos que chicos y chicas tendrían esa noche.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">La Semana Santa era también muy esperada por todos los críos, no sólo por que nos daban vacaciones, sino por que nos lo pasábamos muy bien. Comenzaba la semana con el Domingo de Ramos, nos llevaban a ver salir a la Borriquita de San Lorenzo –de mi casa a San Lorenzo se tardaban unos quince o veinte minutos a ritmo de paseo-. El Domingo de Ramos haciendo, un gran esfuerzo, nos compraban alguna prenda para estrenar, ya fuera algo de ropa, algún lazo, o calcetines, etc., por eso de seguir la tradición, que decía: “Domingo de Ramos, quien no estrena, se queda sin manos”, valiente tontería ¿quién sería el gracioso que inventó la dichosa frasecita? Y hay tenéis a mi pobre madre haciendo malabarismos para comprarnos alguna tontería, y para que no nos sintiéramos menos que los demás, aunque realmente la diferencia era mínima, pues en mi barrio, por suerte o por desgracia, no había grandes diferencias ya que era un barrio obrero. Por las tardes noches, nuestras madres nos llevaban a ver las procesiones, y digo madres porque no recuerdo que ningún padre nos acompañara en esos eventos. Yo creo que mis padres eran agnósticos, y digo creo, por que jamás los oí declararlo abiertamente, pues no estaban los tiempos para señalarse en este sentido, pero hay cosas que cuando vas creciendo y razonando las intuyes. No teníamos que ir muy lejos para ver las procesiones, pues muchas pasaban por la calle D. Rodrigo, sólo teníamos que cargar con nuestras respectivas sillas y nos plantábamos en la acera. Que duda cabe que los niños parábamos poco sentados, las madres se distraían viendo pasar a la gente, y saludando a los conocidos que por allí pasaban, se llevaban pipas y altramuces y así pasaban el rato hasta que llegaba la procesión que ese día correspondiera. Cuando pasaban los caballos engalanados con todo lujo, yo me escondía detrás de todos pues me daba pánico su cercanía, cuando se alejaban achuchaba para ponerme en la primera fila otra vez y poder pedirle cera a los nazarenos, con la que después hacíamos una pelota fundiendo todos los trozos que habíamos recogido durante toda la semana, e íbamos guardando en una caja de lata. El Miércoles Santo, salía de San Pedro, nuestra iglesia, la Virgen, Nuestra Señora de las Lágrimas en su Desamparo y el Cristo de la Misericordia, ambos pasos bellísimos y de un valor artístico incalculable. El Jueves y el Viernes, nos llevaban a la Mezquita y nos sentábamos en la calle Cardenal González –actualmente Corregidor Luís de la Cerda-, delante de la hornacina de la Virgen de los Caminantes que está adosada al muro meridional –vacía en la actualidad y depositada la imagen en el Museo Diocesano-, pudiendo ver desde allí el Triunfo y la esquina del Obispado, así como el balcón superior de la puerta, donde se asomaba el Obispo para bendecir las imágenes a su paso. Toda esa zona monumental era la Carrera Oficial. Cuando terminaban de pasar las procesiones nos íbamos por la arbolada Ribera hasta llegar a mi casa, y hasta el domingo por la mañana que íbamos a ver al Resucitado. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">El Jueves y Viernes Santo, mi madre tenía la costumbre de preparar natillas con galletas y arroz con leche en cuanto a postres, y las comidas por aquello de la vigilia, era el “bacalao” con tomate, alguna verdura y el socorrido potaje de garbanzos con un pequeño trozo del mismo pescado, que en esa época no costaba tan carísimo como ahora. Lo de la vigilia no era por ser muy religiosos, aunque algunos sí, pero la realidad era que seguía la tradición heredada de padres y abuelos, aunque la verdad es que todo el año se seguía una vigila forzosa, ya que rara vez se podía comprar carne y cuando lo hacían era tan poca que no daba tiempo a saborearla. Recuerdo los comentarios que los mayores hacían al respecto de la vigilia, en los que la Iglesia no salía bien parada por cierto, ya que parece que en esa época, las personas que pagaban eso que se llamaba bula, no tenían porque respetarla. Por otra parte esas personas que podían pagar la bula, no tenían necesidad de comer carne esos días, ya que habitualmente lo hacía durante todo el año. Yo veía como la gente humilde se indignaba y con bastante razón, la verdad es que la Iglesia no siempre pregona con el ejemplo.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">En esos años de mi niñez, pasaban por mi calle, guiados por los arrieros, largas filas de borricos cargados con serones llenos de cal unos y de arena otros, que con el vaivén de sus porteadores se iba desparramando por el suelo, con el consiguiente cabreo de las mujeres que tenían que volver a barrer las aceras, pero previamente increpaban a los arrieros para que no les llenaran tanto los serones, con el fin de evitar el molesto vertido, pero ellos sin hacerle ni “puñetero” caso reían socarronamente. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Uno de los personajes más famosos en todos los barrios de Córdoba era el singular “Marchena el de la Arena”. Recuerdo a un hombre muy bajo y cabezón, de piel muy curtida, este hombre se dedicaba a vender arena por todas las calles. La arena era de color amarillo ocre que se usaba para limpiar los peroles o los culos de las ollas o cacerolas, que con la candela de carbón se ponían totalmente negros, con el estropajo de soga, mojado en esa arena y restregando con fuerza lograban el objetivo, que no era otro que el de dejarlos lo más relucientes posibles. Para que las mujeres salieran a comprarle su producto, el tal Marchena voceaba a pleno pulmón ― ¡Niñas la arena, fina y buena! ¿Quién quiere? ― Y al reclamo de su voz las mujeres salían con una lata y él se las llenaba, de la fina y amarilla arena, a cambio de unas monedas.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Otras veces los que pasaban, con sus viejos carrillos llenos de trastos eran los chatarreros. Estos, se dedicaban a recoger los viejos cacharros ya inservibles que en toda casa había, como peroles, ollas, paraguas, etc. y el chatarrero a cambio les entregaba globos para los críos, las mujeres se ponían doblemente contentas, primero por haberse desecho de cosas que sólo eran un estorbo, y a su vez por ver a sus hijos felices jugando con los globos durante un buen rato, hasta que la mala suerte, en forma de rama o espina de algún rosal truncara nuestra diversión en llanto. Uno de los más conocidos era el “feo de los globos” que recogía vidrio en un triciclo, es decir las botellas usadas, y pregonaba su trueque de globos por cristal con una pantalla de gramófono antiguo a modo de altavoz.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Otros personajes curiosos de esa época, eran los que vendían los polos de nieve teñida de anilinas de colores, productos nada nutritivos pero que a todos los niños nos gustaban ya que nos refrescaban. Las niñas más coquetas los escogíamos de fresa y nos servían de pintalabios, al dejarnos los labios y lengua rojos.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Unos vendían barquillos de galleta, redondos, grandes y totalmente planos, con unos dibujos de pequeños cuadrados en su superficie. Otros, su mercancía era unos conos de galleta rellenos de merengue de color rosa o blanco, bastante seco por cierto, que portaban en unos tableros agujereados donde estaba insertados los cucuruchos.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">En algunas plazas, sobre una manta, los vendedores de melones y sandías mostraban su mercancía. Los pesaban con una romana de gran tamaño, y algunas piezas eran dignas de record Guinnes. Mi madre tenía la costumbre de partir las sandías en forma de corona haciendo picos, quedando dos mitades muy decorativas.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Otros callejeros ambulantes que a mi me gustaban especialmente, eran familias de etnia gitana aunque nadie sabía su procedencia, los llamaban titiriteros, y su circo se reducía a una trompeta, un mono pequeño y una cabra equilibrista que era la que llevaba el peso específico del espectáculo. Al vibrante sonido del instrumento, la cabra iba subiendo las distintas alturas que sus dueños habían colocado en una pequeña mesa, hasta terminar con las cuatro patas sobre el trozo más pequeño, culminado de esta manera su actuación. Seguidamente la mujer y los hijos pasaban entre los vecinos el “platillo” solicitando la voluntad, aunque por aquellas calles pocas monedas podían recoger porque poco había. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Como ya dije al principio de este relato, mi padre era un gran pescador, y en los pocos ratos libres de que disponía gustaba de irse al río a pescar, con su catrecillo, su banasta y sus cañas, que él mismo se fabricaba artesanalmente y que eran mucho mejores que las que vendían en los establecimientos del ramo, evidentemente estamos hablando de la caña de pescar simple, la del carrete de sedal que se ponían algunos pescadores en el cogote. Cuando volvía siempre nos enseñaba el producto de su gran paciencia, y todos mirábamos con curiosidad la gran variedad de peces, algunos dando todavía los últimos coletazos. Bogas, barbos, cangrejos y alguna que otra anguila. Cuando pescaba alguna de esta última especie yo corría por que me daba verdadero pavor. Lo que más celebrábamos todos los críos de la casa, y algunos amigos y vecinos de las casas colindantes, era cuando mi padre llegaba muy sonriente, pues sabía de antemano que durante un buen rato iba a ser el centro de atención de grandes y chicos, sobre todo de estos últimos. Metía su mano en la banasta y sacaba una rana, sujetándola con los dedos índice y pulgar de sus patas delanteras, el primer niño o niña que se daba cuenta, corría a avisar a los demás y en pocos segundos todos íbamos en procesión detrás de mi padre expectantes y gozosos, por el ritual que sabíamos ocurriría después. Mi padre se demoraba a cosa hecha y disfrutaba viéndonos nerviosos, se desplazaba hasta el patinillo, cogía dos lebrillos de barro, uno lo llenaba de agua del pozo y el otro lo utilizaba para arrojar los despojos. Se sentaba en uno de sus catrecillos, todos los niños nos sentábamos alrededor, con las piernas cruzadas y sin perder detalle, comenzaba el espectáculo. Mi padre con una habilidad increíble cogía una rana, con la mano izquierda la sujetaba y con la derecha la descuartizaba quitándole las tripas y la piel en un santiamén dejando al descubierto un cuerpecito de carne muy blanca y transparente, las conocidas gastronómicamente como “ancas de rana”, las lavaba y las salaba dejándolas escurrir. Eran muy parecidos a los muslos y piernas de una mujer. Al terminar el proceso cada uno se iba a su casa convencidos de que habían visto algo único, y en realidad lo era, pero nosotros teníamos una doble satisfacción que era la degustación de tan exquisito manjar, yo diría que de dioses. Mi madre las preparaba de diversas maneras, pero como más me gustaban eran fritas, y siempre me parecían pocas. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">No me puedo olvidar de otro manjar, que por supuesto mi padre traía también del campo, y que eran las setas de álamo, insuperables por ninguna otra, en olor y sabor y que no todas las familias tenían la gran suerte de saborear esa “delicatessen”, y que además nos salían gratis gracias a la micológica habilidad de mi padre. Otras veces y también gracias a mi padre, podíamos degustar arroz con pajaritos que cazaba con trampas. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">A medida que voy recordando mi infancia, me doy cuenta de lo importante que fue mi padre en mi niñez. Por si todo eso fuera poco, por las noches cuando nos acostábamos, en nuestro gran dormitorio, antes de que nos durmiéramos, nos contaba historias que él a su vez había escuchado de las gentes del campo. Nos hablaba de los animales y se le daba bastante bien imitar el canto de algunos pájaros. La mayoría de veces nos quedábamos durmiendo escuchando su voz.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Ya un poco mayor, cuando la radio llegó a nuestras casas, los primeros en comprar un aparato fueron nuestros queridos vecinos Francisco y María. En su comedor se reunían todos las vecinas de la casa para escuchar los seriales, que por cierto eran buenísimos, no sólo por el elenco de actores, sino porque eran adaptaciones de grandes obras literarias, de los clásicos. Me estoy refiriendo a los primeros seriales, y cuando salía del colegio me integraba en el grupo de escuchantes. Me gustaban bastante y con el tiempo dejaron a los clásicos y poco a poco pusieron de moda los folletines radiofónicos; “Ama rosa”, “Lo que nunca muere”, ”Tres hombres buenos”, “Simplemente María”, y perdieron mucha calidad, aunque seguramente ganaron en audiencia, como por desgracia sigue ocurriendo hoy en el caso de la televisión, los peores programas son los de mayor audiencia y por consiguiente los mantienen mucho más tiempo, aún a costa del embrutecimiento de cierto sector de la población. Pero es lo que hay y como no se puede hacer nada sigo con mi relato.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Cuando ya mis padres pudieron comprarse un aparato de radio, por las noches, si tardaba un poco en dormirme, mis padres ponían la radio con el volumen bajo -pero que yo oía perfectamente-, para escuchar la emisora Radio España Independiente (Estación pirenaica), desde ella podían enterarse de muchas cosas que pasaban en el país y que no había manera de enterarse por otro medios. Gracias a esa emisora yo supe de esa mujer luchadora, que hablaba también, que defendía a la clase trabajadora, Dolores Ibarruri, más conocida como “La Pasionaria”, también a Santiago Carrillo y otros muchos. Aunque yo era muy niña, me gustaba lo que oía y los comentarios que les escuchaba a mis padres cuando creían que estábamos durmiendo. Poco a poco fui tomando conciencia de la situación en España, que no tenía nada que ver con lo que en el Colegio y en la iglesia nos contaban, las versiones eran muy distintas, y poco a poco al ir creciendo, no sólo en altura sino en madurez de pensamiento, yo sacaba mis propias conclusiones. Creo que desde los diez años ya era una niña responsable, sin perder por eso la alegría ni las ganas de jugar. Por las tardes, no recuerdo bien si sería a las siete o a las ocho, radiaban una serie que llegó a ser entrañable para todos, ya que sus textos inspirados en una familia normal de la época eran muy divertidos, me refiero a “Matilde, Perico y Periquín”, los insuperables, Juana Ginzo, Pedro Pablo Ayuso y Matilde Vilariño, eran sus principales intérpretes y como siempre estaban geniales, seguidos de un gran elenco de actores, magníficos todos. A muchos de ellos los podíamos reconocer en las películas extranjeras, ya que hacían el doblaje al castellano de las mismas, impecablemente bien. Cuando terminaban el serial de la tarde, en la emisora local, que en Córdoba era EAJ-24 Radio Córdoba, que estaba ubicada en la calle Alfonso XII, comenzaba el programa de discos dedicados, que siempre comenzaba con una jota aragonesa que dedicaba Ricardo Solanas “el chatarrero” a todos los cordobeses. El programa consistía en solicitar una canción de tu cantante preferido y dedicársela a un familiar querido por algún motivo concreto, como por ejemplo el día de su santo, que decían el día de su onomástica. Cuando algún hijo, sobrino o nieto hacía la primera comunión, decían: “― De fulanito de tal a zutanito en el día más feliz de su vida”. Igualmente en los bautizos y bodas, y las incorporaciones a la mili. Las canciones que en ese momento eran más populares coincidían con el gusto de los solicitantes, y el resultado era una larga letanía de nombres y buenos deseos que resultaban exasperantes, que no tenías más remedio que soportar si querías escuchar la canción que previamente habían anunciado. Algunas de las canciones más escuchadas en aquellos años, eran: “Angelitos negros” de Antonio Machín, “Tatuaje” de Doña Concha Piquer, “Soy Minero” de Antonio Molina, y como no las de Lola Flores o Juanito Valderrama, todas ellas inolvidables. En la misma emisora había un programa para niños que se llamaba “Radio Chupete”, en el cual el niño o niña que se presentaba tenía que cantar en directo una canción que él mismo elegía, el auditorio se llenaba de gente entre amigos y familiares. Entre los aprendices de cantantes, la gran mayoría desafinaban horrorosamente, causando la hilaridad del público. No se me olvida un día que una amiga se presentó al concurso y fuimos todas a verla, ya desde el principio empezó a desafinar, no puedo expresar con palabras lo que mis amigas y yo vivimos en esos momentos, al comprobar como nuestra amiga desafinaba una y otra vez, no podíamos aguantar las carcajadas, y como a la vez sentíamos un gran remordimiento por reírnos de ella, queriendo evitarlo, el efecto era al contrario, más risa nos daba y más vergüenza sentíamos. Tratábamos de escondernos para que no nos pudiera ver, como nosotras no estábamos en las primeras filas, ella encima del escenario con los nervios afortunadamente no se dio cuenta de nada. Pero aquella vez toda mojamos las bragas. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">La primavera era todo un espectáculo de diverso colorido y de distintas fragancias. La celinda de flores blancas y delicioso olor, aunque de floración efímera. El jazmín azul que llenaba gran parte del patio de entrada, muy vistoso por su gran floración. En los arriates del suelo estaban los geranios, los pericones, los donpedros, azucenas, palmiras, pensamientos y violetas de delicada fragancia, que eran las preferidas de mi madre. En los rincones más sombreados estaban las pilistras y alguna que otra planta de sombra. También en un arríate del patio de la entrada había una dama de noche, que justo al anochecer iba abriendo sus ramilletes de diminutas florecillas blancas, deleitándonos con su intenso perfume. No me puedo olvidar de mi preferido; el jazmín blanco. Al atardecer le desprendíamos con sumo cuidado los pequeños capullos aún cerrados y los prendíamos por su tallo en un alambre al que previamente habíamos doblado una punta, pinchándole un pequeño trozo de cartón para que no se salieran. Por la noche los pequeños capullos iban abriéndose dejando paso a unas florecillas blancas que desprendían un finísimo aroma. Las mujeres se los ponían en el pelo o en el pecho, pero a la hora de irse a dormir lo depositaban en la mesita de noche, impregnando toda la alcoba con tan delicioso perfume.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Las gitanillas siempre estaban en macetas colgadas de las paredes. Las había de todos los colores y en abril y mayo lucían con todo su esplendor. El regar las macetas colgadas era todo un arte, ya que algunas estaban a una altura considerable. Se utilizaba para ello una caña larga, a la que en su extremo superior se le sujetaba una lata basculante con una cuerda, que hacía las veces de cazo, y que su trabajo costaba que el contenido de la lata llegase a su destino –la maceta-. Era muy divertido, pues las primeras veces se derramaba más que se vertía, y había que repetir una y otra vez con el consiguiente jolgorio de los que en ese momento estuviesen mirando, pero con el tiempo llegué a ser una experta. Algo que ocurría con mucha frecuencia era que al estar el agua en las macetas, de algunas salían a estampida las salamanquesas o lagartijas, que estaban detrás de ellas. Por la noche las podíamos contemplar, muy cerca de la bombilla que alumbraba los dos patios, dándose un banquete con los mosquitos que acudían a la luz, esa colaboración era su salvoconducto para su supervivencia.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">De las ferias que había en Córdoba, además de la de Ntra. Sra. de la Salud, que es y fue la más importante, se celebraba otra a último de septiembre y el ocho de ese mismo mes, era la de la Fuensanta, única que recuerdo, por lo que deduzco que no nos llevaban a ninguna otra. En esa, lo primero era visitar a la Virgen, pero desde luego el auténtico protagonista era el caimán y su historia, que escuchábamos atentamente. Recuerdo los tenderetes de los feriantes, unos eran de frutas, otros de golosinas, el típico algodón pegajoso, y las no menos pegajosas y dulces, manzanas caramelizadas, de un brillante rojo intenso insertadas en un largo palo de madera. Los famosos higos chumbos. Un pequeño tiovivo y las no menos famosas campanitas de barro, con las que volvíamos de regreso a nuestra casa castigando con sus tintineos los oídos de nuestros padres.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Íbamos mucho a los cines de verano con mi madre, pues mi padre, desde que una vez en la posguerra, le hicieron levantarse y cantar el “Cara al Sol”, juró no pisar nunca más ningún cine y lo cumplió, no hubo manera de convencerlo. Como las madres no podían costearse ir al cine a menudo con sus hijos, las niñas nos la arreglábamos para sacar el dinero recogiendo pan duro, con una talega de puerta en puerta íbamos a las vecinas, a la familia, y mendrugo a mendrugo aumentábamos el nivel de la talega, cuando la teníamos llena la llevábamos a la carbonería más cercana que era donde lo compraban. Teníamos una en las Cinco Calles, otra en S. Pedro y otra en la calleja el Toril, al lado de la Corredera. Nos pesaban el pan y nos daban unas monedas, aunque no consigo recordar a cuanto estaba el kilo, lo que si recuerdo es que debíamos esperar unos días para completar lo necesario para las entradas. Lo que costaba la entrada del cine de verano era una peseta cincuenta y céntimos. Aparte de reunir el dinero a su vez teníamos que conseguir convencer a mi primo Manolo para que nos llevara, ya que era el único que se prestaba para tal fin, eso sí, había que rogarle y decirle que la película era estupenda y los artistas el no va más, y con un poco de zalamería lo conseguíamos, aunque creo que en el fondo le encantaba. Cuando no entendíamos algo el nos lo explicaba muy bien pues tenía dotes de maestro. Algunas de las películas que vimos aquellos años y ahora puedo recordar con cariño, eran entre otras; “Siete novias para siete hermanos”, para mi el mejor musical de todos los tiempos, reúne ternura, romanticismo, divertimento, bonitos paisajes, un magnifico vestuario, gran colorido, bailes impresionantes y sobre todo una maravillosa música; “Los caballeros las prefieren rubias”; “Como casarse con un millonario”; “Pan amor y fantasía”; “El temible burlón”; “Todos los hermanos eran valientes”; “La senda de los elefantes”; “Cuando ruge la marabunta”; “Mogambo”, etc. etc. pues sería interminable la lista y correría el riesgo de dejarme alguna de mis favoritas atrás, pues soy una amante del séptimo arte.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">En verano, las mujeres cuando terminaban de adecentar las habitaciones y hecha la compra –en esto último tardaban muy poco pues poco era lo que se podía gastar- para limpiar las verduras se sentaban en una silla baja de enea –que dicho sea de paso eran comodísimas- en la puerta de sus respectivas viviendas, al frescor del patio y la sombra que daban las parras. Como yo siempre quería ayudar y aprender todo, me sentaba a la vera de mi madre y de esta manera aprendí como se limpian unas judías verdes, o unas habas, unas espinacas o a expurgar unas lentejas. También me gustaba moler el café sentada en el patio, o mirar como las mujeres limpiaban el pescado, que habían comprado en la Plaza de la Corredera. Todavía recuerdo perfectamente los sabores de las comidas, increíblemente buenas que guisaba mi madre, con tan poca materia prima que tenía. Mi padre recogía del campo, tagarninas y vinagreras. Las tagarninas eran una especie de cardillos, largos y estrechos de tallo de tono verdoso, que después de limpiarlas y lavarlas, mi madre las echaba al cocido junto con las patatas. También en tortilla estaban buenísimas, aunque lo mejor eran las vinagreras, muy parecidas a las espinacas con hojas más pequeñas y que guisadas eran más suaves. Jamás he vuelto a comer nada parecido. Mi madre era una excelente cocinera y una mujer extraordinariamente sensata e inteligente. Nació en 1915 en Nerva (Huelva), su padre trabajaba en las minas de Río Tinto cuando la famosa huelga de 1920, que empezó en enero, tuvo varias etapas intensas, pero la más virulenta tuvo lugar entre agosto y septiembre, finalizando en enero del 1921, fue seguida por más de once mil trabajadores, posiblemente fue una de las más dramáticas y feroces de este país. Huelva acogió a cientos de niños y madres lactantes, donde eran atendidos en comedores especiales creados expresamente para tan cruenta situación. Otros ayuntamientos y particulares colaboraban con donativos, pero la situación llegó a ser tan tremenda que toda España se hizo eco del gravísimo problema y más de tres mil niños fueron acogidos por cientos de familias que generosamente se habían ofrecido a través de los intermediarios, que a su vez eran voluntarios. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">El escritor Cobos Wilking, en su novela “El corazón de la Tierra”, retrata a la perfección un trozo de la historia de la cuenca minera de Río Tinto, anterior a la citada huelga de 1920, los hechos citados ocurrieron en la última década del siglo XIX, donde cientos de personas fueron vilmente asesinadas, crimen que fue ocultado durante muchos años a la opinión publica, realmente fue una masacre consentida por los políticos siempre a favor del poderoso ya que fueron participantes activos de los terribles asesinatos. Las gentes que por su cercanía se enteraron de los terribles acontecimientos los bautizaron con el nombre del “Año de los tiros”.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Mi madre como tantos otros, con sólo cinco años fue separada de su familia, me imagino lo traumático de la situación, a pesar de eso tuvo suerte, entre comillas, de ser acogida por un matrimonio cordobés que eran los encargados de una de las tabernas de la Sociedad de Plateros que estaba ubicada en la calleja Munda, posteriormente pasaron a regentar la de la calle San Francisco, donde prácticamente se crió mi madre hasta su casamiento. Seguramente no olvidó nunca sus raíces, pero se que fue muy feliz con esa familia de clase media que la criaron como propia sin faltarle de nada. Nunca he sabido que pasó con sus padres biológicos ¿qué ocurrió cuando terminó la huelga y la hambruna, que desgraciadamente vivieron miles de personas y todo volviera a la normalidad?, aunque la normalidad no dejaba de ser miseria y penuria ¿Pero por qué sus padres no la reclamaron? Realmente no lo sé, ni siquiera se si mi madre sabía algo que no nos contó nunca, pues no le gustaba hablar del tema, se ve que aún le producía dolor. Pienso que pudieron pasar varias cosas; que el padre emigrara a otro lugar; que la madre, con su familia desmembrada pudo morir de pena, o bien sabiendo que la niña estaba siendo criada en un estatus que no se podía comparar a lo que ellos podrían ofrecerle, es posible que renunciaran a ella en beneficio de la niña. Sin duda un sacrificio que debió costarle la salud, pero sólo son suposiciones, lo único que sé es que fue una mujer extraordinariamente fuerte, que supo afrontar los graves problemas de escasez en tiempos de la posguerra civil, con entereza y dignidad. He tenido la mala suerte de no conocer a ninguno de mis abuelos, cosa que no llegaba a comprender, cuando todas mis compañeras de colegio presumían de los mimos y regalos de los suyos.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">En verano dormíamos con las serenatas que nos ofrecían los grillos, lo que para otros era molesto para mi era relajante. Sabiéndolo mi padre, comenzó a fabricar lo que sería un regalo muy especial para mí. Siempre cuando lo veía trabajar le preguntaba ― ¿Papá que estás haciendo ahora? Y él siempre me explicaba con todo lujo de detalles lo que hacía y para lo que iba a ser utilizado. Pero aquella vez su contestación fue esquiva y escueta, ― ¡Ya lo verás! Aquella contestación inusual en él, siempre tan didáctica, no sólo me intrigó muchísimo, si no hizo que me sintiera un poco enfadada con él. Por fin un día me llamó para hacerme un regalo, y descubrí en que consistía el laborioso trabajo que durante semanas, en sus pocos ratos libres, había estado fabricando para mí. Se trataba de una pequeñísima jaula para grillos, cuadradita, sus ángulos de madera y los laterales de alambre entrecruzados perfectamente, por los que el grillo no podía salir de ninguna manera. Aquello me hizo una ilusión enorme, tener un grillo para mí sola. Ni que decir tiene que la jaula fue la admiración de grandes y chicos.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">También en los veranos, Antoñita, la mujer de mi primo Manolo, se sentaba en el patio a trabajar en el precioso arte de la filigrana. La recuerdo sentada en su silla delante de una pequeña mesa rectangular, de tablero grueso, con la altura adecuada al trabajo que en ella realizaba. Creo que es uno de los trabajos más bonitos y delicados de la platería cordobesa. Yo me quedaba embelesada y no me cansaba de mirar una y otra vez. Seguía con la vista el camino que aquellos finísimos hilos de plata -que se iban deslizando en las expertas manos de mi prima-, a una velocidad de vértigo. Con la mano derecha sujetaba una pinza terminada en una punta muy fina, que era la única herramienta que usaba, mientras que con la mano izquierda sujetaba la pieza que iba rellenando magistralmente de bellos dibujos (aquello era magia para mí). Y no digamos cuando veía las piezas terminadas; cofres, abanicos, pendientes, rosarios, etc. Todavía conservo el rosario que ella me regaló para mi comunión. Después he sabido que el arte de la filigrana la difundieron los árabes, siendo Córdoba una de las ciudades que más tradición tiene. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Los veranos nos gustaban más, pues al no tener colegio disponíamos de mucho tiempo para jugar, aprender y disfrutar de la vida en los patios. ¡Cómo echo de menos mis patios! Cuando era pequeña me encantaba comer en el patio. Delante de la puerta del comedor, en una mesita muy pequeña, de madera, mi madre me ponía la comida, y yo me sentaba en mi sillita, y comía viendo volar a los pájaros. Los gatos ronroneando, adormilados, entre las macetas. Las filas de laboriosas hormigas dirigiéndose al hormiguero, cargadas con diminutas viandas. Alguna que otra mariquita, “marranitas” que cuando las rozabas se hacían una pequeña bolita hermética. Con ese panorama la comida sabía mucho mejor. El desayuno y la merienda eran casi siempre pan con aceite, porque algún que otro domingo me mandaba mi madre a comprar “jeringos” a Concha la jeringuera, que se ponía en las Cinco Calles y los hacía buenísimos. También recuerdo en ese lugar, cuando llegaba el hombre del pianillo y tocaba alguna pieza conocida. Los aficionados a la música salían a escuchar, y el que podía le daba alguna que otra moneda. Yo siempre me sentaba en algún escalón cercano para escuchar, y ver como aquel hombre delgado, moreno y con bigote, manejaba el manubrio. Me llamaba la atención su mujer, pues tenía por pierna una pata de palo. Era bien parecida, su pelo era gris plata, con ondas muy marcadas. También él era bien parecido. Al terminar, la señora, ayudándose de su muleta de palo pasaba el platillo al respetable.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Después de la siesta empezaba el movimiento de unos y otros, con sus quehaceres. Los críos jugando de un lado para otro, hasta la hora del baño. Se cenaba temprano, para después sentarnos en el patio principal que previamente y como dije antes, había sido regado. Lo mejor eran las tertulias que iban surgiendo a diario de diversos temas. Desde anécdotas de la mili, que eran muy graciosas; problemas con los trabajos; comentarios de algunas películas; chistes, y sobre todo recuerdo cuando mi primo Manolo, el sobrino mayor de mi padre, que era muy aficionado al periódico El Caso, nos leía el mismo en voz alta a petición nuestra. Tenía una voz potente y pronunciaba muy bien, y allí estábamos todos expectantes ante la lectura de aquellos intrigantes casos, algunos espeluznantes y macabros. A esas lecturas seguían las tertulias espontáneas, que día a día salían a relucir y de las que todos participaban en mayor o menor medida, y de las que yo aprendía muchísimo. Las niñas y niños jugábamos en la puerta de la calle a la “tanga”, a la “comba”, o simplemente sentados en el escalón de entrada a la casa, hablando y riendo de todas las tonterías que se nos ocurrían. Las noches más calurosas que sufrimos en Córdoba, las mujeres preparaban algunas viandas, lo que buenamente podía cada uno que no era mucho, pero que nos sabían a gloria, recuerdo especialmente el salmorejo que hacia mi tía Magdalena en el mortero de barro, se sentaba en el patio y con el mortero en su falda majaba sin parar hasta que la masa estaba tan trabada que se despegaba del mortero, quedándose este totalmente limpio. Si ya entonces me parecía exquisito ahora sé que no he comido uno igual ni en el mejor restaurante, no podían faltar unas buenas tortillas de patatas con y sin cebollas, y el socorrido picadillo con los tomates de las huertas de Córdoba. Con los botijos y las mantas viejas, cruzábamos la ribera y llegábamos al arenal, había huertas y mucha vegetación lo que hacía que la temperatura fuera algunos grados menos que en las casas, soltábamos los bártulos y se comía y se bebía entre charlas y risas los más valientes se daban un chapuzón. Todo era muy emocionante para los críos, algunas veces nos amanecía. En invierno era prácticamente lo mismo, los domingos íbamos de perol al campo, los lugares eran Pedroches, el Cañito Bazán o la fuente de la palomera, el arroz guisado en candela de leña, que los niños ayudábamos a recoger, tenía un sabor especial y un olor que se nos hacia la boca agua. Una garrafa de vino era el complemento perfecto, junto con el pan al que yo soy adicta. Los críos no parábamos en todo el día, cuando volvíamos al atardecer tan cansados que solo pensábamos en nuestra cama. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Al comienzo del otoño, mi madre nos llevaba a mis hermanos y a mí a una tienda de calzado que había frente al actual Ayuntamiento, en la calle Capitulares, donde nos compraban, a plazos, unos zapatos de la marca “Gorila”, que dicho sea de paso eran los únicos que teníamos para todo el invierno, los domingos los limpiaba mi madre y parecían nuevos, eran realmente buenos ya que aguantaban perfectamente todo el curso. Cuando mi madre decía ―¡Esta tarde vamos a calzados Rodríguez! Nos poníamos muy contentos, pues con cada par de zapatos regalaban una pelota maciza de color verde, con la imagen en relieve de un gorila. Eso que ahora puede ser una tontería, recuerdo la ilusión que nos hacía, en parte por el simple hecho de decir que íbamos de compras, algo totalmente inusual. El volver cada uno con nuestra bolsa, en la que el dependiente, muy amable, nos había guardado nuestros zapatos y por si eso fuera poco el obsequio de la pelota. Ese día nos sentíamos como debían sentirse los niño ricos cada vez que les compraban un capricho, con la gran diferencia que aquello no era un capricho, sino una necesidad que mis padres, haciendo un gran esfuerzo, tenían que pagar una parte cada mes y estoy segura les cobrarían sus buenos intereses. Lo cierto es que nosotros ajenos a esos problemas volvíamos desde S. Pablo a mi casa más contentos que unas pascuas.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">El uno de noviembre, día de todos los santos, en mi casa como en casi todas se seguía la tradición de ir al cementerio a rendir tributo a los familiares desaparecidos. El ritual empezaba limpiando la lápida hasta dejarla reluciente, después colocar las flores con mucho amor, y por último, y más importante, hablar mentalmente con ellos recordándolos. Y los creyentes rezaban una oración por su alma. Fuí muchas veces al cementerio, no sólo con mi madre que iba lo justo, pero si con mi tía Magdalena, que había perdido un hijo con veinticuatro años, y se ve que le servía de consuelo ir muy a menudo, a mi me gustaba acompañarla. Es curioso como, en un lugar que debía ser igual para todos, también allí se notaban las distintas clases sociales, desde las más humildes que no tenían ni lápida, sólo unas iniciales grabadas por el mismo enterrador al sellar el nicho, hasta los grandes mausoleos de mármol con esculturas, y hermosos jarrones cargados siempre de bellas rosas, lirios y azucenas, muchas de las lápidas tenían un medallón esmaltado con la fotografía del difunto o difunta, que precedía el texto correspondiente.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Recuerdo una tarde de las que acompañaba a mi tía, en la que también venían mis dos hermanos mayores, al pasar a la altura del matadero se escaparon un par de toros, por suerte para nosotros se fueron en dirección contraria al cementerio, que era hacia donde nosotros nos dirigíamos, pero mis hermanos que siempre fueron bastante traviesos, no se lo pensaron dos veces y corrieron detrás de los toros para seguir disfrutando del espectáculo de la gente, corriendo, chillando, o encaramándose a alguna ventana. Yo tiraba de mi tía, que la pobre apenas podía correr, y ella a su vez llamaba a mis hermanos desesperada, pero ellos ya no podían oírla. No paramos de correr hasta llegar al cementerio, que por suerte estaba muy cerca, y afortunadamente no pasó nada, era algo muy común la escapada de algún animal a su paso por la ciudad camino del matadero. Los mayores contaban bastantes anécdotas referidas a estas escapadas.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">De los inviernos los mejores recuerdos que tengo son de las navidades. En aquella gran cocina, donde las mujeres no paraban de cocinar y ayudarse las unas a las otras a preparar la cena de la Nochebuena y la comida de Navidad. Se hacían roscos y pestiños, las niñas siempre queríamos meter mano a todo, con el pretexto de ayudar, aunque lo que realmente hacíamos era estorbar. Pero lo que más nos llamaba la atención era la matanza de los pavos la víspera de la Nochebuena. Recuerdo que casi siempre era mi vecina María la que los hacía pasar a mejor vida, les doblaba el cuello y daba un corte tan certero que el pobre animal no decía ni pío. Un año, y no recuerdo quien lo mató, al echarle el agua hirviendo para desplumarlo, la pobre victima saltó como alma que lleva el diablo dando brincos de un lado para otro, poniendo todo perdido de sangre y de agua con el consiguiente alboroto. Todos, grandes y pequeños corriendo para atraparlo y no fue fácil, no. Lo que realmente era asombroso era el aprovechamiento que se hacía del pavo, sacaban como mínimo para cuatro comidas, todas ellas exquisitas.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Mi madre tenía la costumbre de poner para la cena de noche buena una gran olla de albóndigas que hacía con la pechuga del pavo tengo que decir que las albóndigas de mi madre eran las mejores del mundo y no exagero, con los muslos del pavo hacia un guiso que le llamaban pepitoria llevaba mucha cebolla y ajos, clavo, azafrán enhebra, laurel, pimentón, y vino. El resultado delicioso. Con la sangre el cuello, el hígado, y algunos restos más del caparazón de la pechuga salía un arroz impresionante. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">La Nochebuena, después de cenar significaba juntarnos todos en el comedor de mis padres –por ser el grande-, era la costumbre y cada familia llevaba lo que buenamente podía. Lo típico de esa época; aguardiente, coñac, roscos, pestiños, perrunas y algunas peladillas y pare usted de contar, ya no había más, pero nos sabían a gloria. Luego la fiesta, zambombas, panderetas y carracas, y todos, grandes y chicos, a cantar villancicos. Mi primo Manolo, que como he dicho anteriormente, tenía una gran voz y además había pertenecido al Real centro Filarmónico, nos enseñaba las canciones de Eduardo Lucena y nos dirigía a todos, como un director de orquesta, cabreándose cuando alguno desafinaba. Parece que lo estoy viendo con su potente voz cantando el villancico de Ramón Medina “Las campanas de la Mezquita”:</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">Campanas las de la torre</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">torre de la Catedral (bis).</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">¡Qué bien repicáis a Gloria!</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">¡Qué bien repicáis a Paz!</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">La noche de Noche Buena</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">noche de la Navidad (bis)</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">El patio de los naranjos</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">huele a incienso y a azahar (bis)</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">y hasta las doce palmeras</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">se van meciendo al compás</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">cuando repicáis a Gloria</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">cuando repicáis a Paz (bis)</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;"><br />
</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">Campanero dime,</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">dime campanero</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">dime por favor.</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">Cuál de tus doce campanas</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">dime campanero repica mejor (bis)</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">Será la San Zoilo,</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">será la de la Asunción</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">será la de San Antonio</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">Será la de la Ascensión</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;"><br />
</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">Será la que toca al alba</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">y también a la oración</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">será la Santa Marina</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">que es su campana mayor.</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">Será acaso el campanillo</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">que hay junto al San Rafael</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">que esta noche, pobrecillo</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;">quiso repicar también (bis)</div></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;"><br />
</div></div><div style="text-align: justify;">Y entre risas y cantos se pasaba la noche en gran armonía.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Yo no recuerdo que en mi casa se celebrara la Nochevieja, y sí el día de Reyes, en el que esperábamos con ilusión los pocos regalos, que nuestros padres, haciendo un gran esfuerzo, nos ponían a cada uno, en el comedor, en nombre de los reyes. Como mucho un juguete de cartón o madera, y eso si, una bolsita de golosinas, con el duro de chocolate o el jamón y salchichón de caramelo, y unas cuantas almendras o piñones, que nos sabía a gloria. Si lo comparamos con lo que ahora reciben nuestros nietos, y en su momento nuestros hijos, es algo que puede parecer ridículo, pero sinceramente creo que la escasez de muchas cosas, nos hacían madurar mucho antes que ahora. Ya se encargaban nuestros padres de explicarnos la cruda realidad, y la entendíamos perfectamente, porque no había otra y lo asimilábamos perfectamente, desde muy pequeños, jamás pedíamos nada, pues sabíamos de antemano que nada nos podían dar, pues ya les costaba sudor y lagrimas poder alimentarnos. Para nosotros era un lujo, cuando algún domingo por la tarde nos daban algunos céntimos con los que nos comprábamos un cartucho de recortes, en la confitería California, que estaba al lado de la Ermita del Socorro. Para quien no sepa lo que son recortes, eran lo sobrante de los distintos dulces y tartas, cuando el confitero los recortaba, puede pareceros una tontería pero como digo era todo un lujo que nos sabía a gloria y comíamos despacio saboreando lentamente para alargar el placer que nos producía tan exquisito manjar del que no disfrutábamos a menudo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Mientras mi niñez transcurría placidamente, jugando y aprendiendo tantas cosas, en Córdoba sucedían cosas de las que yo era totalmente ajena. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">En la década de los cincuenta a sesenta, se cuenta que fue la época dorada de la ciudad por su gran transformación, y el aumento de la calidad de vida de los cordobeses, comparándolo con los años anteriores. El Alcalde D. Antonio Cruz Conde, junto con el Obispo Fray Albino, fueron los artífices del gran cambio que la ciudad tuvo en esa época. Al principio de la década Córdoba recibió, entre otras, la visita de actores y actrices, tan famoso como María Félix, Ava Gardner y Antonio Molina. En las letras nos visitó Camilo José Cela. Reyes como Balduino y Fabiola; Hussein de Jordania; Mohamed V de Marruecos y Faisal de Arabia Saudita. Pero el gran acontecimiento fue la llegada del famoso Dr. Alexander Fleming, al que tanto debemos por su contribución a la ciencia médica al descubrir este la Penicilina. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">En esta década surgieron los barrios del Campo de la Verdad y Cañero, así como el Parque Cruz Conde. Se encauzó el río Guadalquivir para evitar inundaciones en el Campo de la Verdad. Se crearon jardines y zonas verdes en el Parque Cruz Conde, se construyeron las avenidas de Carlos III y del Conde de Vallellano. En el cincuenta el Ayuntamiento crea el famoso Trofeo Manolete, en memoria del malogrado torero. En el cincuenta y dos aparecen importantes restos del templo romano en las obras del que hoy es nuestro ayuntamiento, y que podemos contemplar y admirar. En ese mismo año se recupera para disfrute de la ciudad el Alcázar de los Reyes Cristianos, después de haber sido utilizado como centro penitenciario durante el franquismo. En el cincuenta y tres el Ayuntamiento convoca el Primer Concurso Popular de Cruces de Mayo. Se inaugura, en ese mismo año, el Puente de S. Rafael (más conocido como el Puente Nuevo), junto a él se construyó un Triunfo del Arcángel. En el cincuenta y cuatro se terminan las obras de la Residencia Teniente Coronel Noreña (hoy desaparecida). Un año más tarde concluye la ampliación del viaducto del Brillante. En el cincuenta y seis se inaugura el monumento a Manolete. En ese mismo año nace el Primer Concurso Nacional de Cante Flamenco, a propuesta del poeta Ricardo Molina, y que tantas alegrías nos ha dado a todos los buenos aficionados a este arte, concurso en el que triunfó un joven de Puente Genil ganando todos los premios para los que se había presentado. Ha sido condecorado con diversos premios, entre los que destaca la Quinta Llave del Oro del Cante, tenemos la gran suerte de tenerlo entre nosotros y es querido y admirado por el público por su gran sencillez. Por ese año de mil novecientos cincuenta y seis se pone en marcha la Universidad Laboral. Se crea el Festival de los Patios Cordobeses y nace a su vez el mundo peñístico, que se conserva aún con bastante salud. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Destacan en la poesía los jóvenes Pablo García Baena y Antonio Gala (Por el que siento verdadera admiración. He tenido el placer de ver todas sus obras de teatro con las que he disfrutado enormemente). En la pintura destacan Antonio Povedano y Ángel López. En el cincuenta y ocho nace la Revista Córdoba en Mayo. También se inaugura el Aeropuerto de Córdoba, por Fray Albino, Obispo de la Diócesis, y el Alcalde D. Antonio Cruz Conde. Se inician las construcciones del ensanche de la carretera del Brillante; del Parador Nacional de Turismo de la Arruzafa; del Hotel Palace; las Lonjas Municipales; los mercados de abastos de Santo Campo de los Mártires (contribuyendo éste a la desaparición del cine de verano Avenida, que ocupaba el solar del mercado) y de la Plaza Gonzalo de Ayora. En el cincuenta y nueve, fallece el Obispo Fray Albino.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Al terminar ésta década yo tenía doce años, y puedo decir que aún siendo una niña ya había dejado atrás la niñez. A los once años tuve que dejar el colegio, sólo tenía un certificado de Estudios Primarios, eso sí con un hermoso sobresaliente. En esos momentos me llenó de orgullo, pero con el tiempo me he dado cuenta de lo poco que sabía y de lo mucho que me he perdido por no haber podido estudiar. No fue mi culpa, tampoco de mis padres, ellos hicieron todo lo que pudieron por darnos una educación y unos principios, que son la base principal para ser buena gente, y eso si que lo consiguieron.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Si este relato llega a manos de alguien que se haya criado en una de esas casas antiguas de patios de vecinos, seguramente recordará muchos momentos vividos, unos buenos y también otros malos, por qué no, pero de lo que estoy segura es que no le dejará indiferente, si esto es así me sentiré satisfecha, pero sobre todo para mí ha sido muy gratificante, pues esforzándome he logrado recordar muchos momentos que realmente tenía en el olvido y que si dejo pasar el tiempo posiblemente se perderían para siempre, y creo que mis nietos tienen derecho a saber la historia de sus abuelos que es, en definitiva, la de sus raíces.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Podría seguir contando muchas más cosas, pero sería demasiado largo y lógicamente no cabrían en tan breve espacio los veinticinco años que viví en esa mi casa, y en mis queridos patios.</div><div><br />
</div>Conchi Carnagohttp://www.blogger.com/profile/12167954460026379164noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-9015315585699950231.post-68939918940859102852006-11-08T09:36:00.000-08:002010-11-11T10:29:33.108-08:00QUE SUERTE HE TENIDO<div style="text-align: justify;">Cuando empieza a fallarte la memoria, te das cuenta que irremisiblemente y agazapada en el transcurrir de los días va llegando la vejez, poco a poco, sin que nos demos cuenta. Cuando esto pasa, cuando los pequeños olvidos -que afortunadamente son aún pocos-, se suceden, pienso lo fácil que hubiera sido escribir un diario con lo más significativo que nos iba pasando en el día a día de nuestra vida. Por ello cuando llegan a mis manos las bases del Concurso o Premio Literario, Córdoba Patrimonio de la Humanidad, para mayores de 50 años, sobre Córdoba y nuestras vivencias, pensé ¿Qué idea más hermosa? Todos sabemos que lo que queda escrito no se pierde, por ello sin pensármelo dos veces me he puesto a escribir, sin haberlo hecho nunca por supuesto, sin ninguna pretensión. Soy consciente de mis carencias y limitaciones, pero eso no me importa, sólo quiero contribuir con mi granito de arena a una idea que me parece estupenda y deseo que tenga muchísima participación y calidad literaria, yo estaré encantada de ser el farolillo rojo.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Nací y me crié en la calle Mucho Trigo. A mi casa la llamaban la casa del tinte, porque mi padre era tintorero, no recuerdo exactamente que edad tendría yo pero debía ser muy pequeña, no obstante aún tengo grabadas aquellas imágenes, de mi padre entre los calderos enormes, llenos de agua hirviendo, donde diluía los tintes. Y aquella humareda impregnada de un fuerte olor, no desagradable, que desprendían los pigmentos de los tintes. El proceso era muy laborioso y pesado. Mi padre tuvo que dejarlo, aún teniendo muy buena clientela, debido al encarecimiento de los materiales. Aquello quedó grabado en mi mente, quizás por lo inusual, porque en las demás casas aquello no existía, allí llevaba a mis amigas a ver el espectáculo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Mi casa era de grandes patios llenos de flores, que en abril y mayo abríamos las enormes puertas para que todo el mundo que pasara por la calle los disfrutara, algunos entraban y los extranjeros sacaban fotos. Era todo un espectáculo de luz y color. En esa casa no había agua corriente, pero eso sí, como en toda casa que se preciaba en aquella época, tenía un hermoso pozo de agua fresquísima que la usábamos, además de para refrescarnos en verano, para todas la tareas propias de la casa, limpieza, aseo, y para guisar, pero teníamos el inconveniente de que para beber había que ir a la fuente que había en mi misma calle, al lado de lo que se llamaba la Gota de Leche, que si mal no recuerdo era una guardería para niños necesitados, hoy la actual Escuela Infantil. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">También íbamos, en verano, en las calurosas noches después de cenar, a tomar el fresco, bueno es un decir, a la fuente de la ribera con cántaros y botijos. El paseo era de lo más agradable, y la fuente con su gran chorro de agua, fresquísima, hacia las delicias de grandes y chicos. Si a todo esto, le añadimos las conversaciones de mayores y las risas y juegos de los que éramos unos críos, nos podemos hacer una idea. A ambos lados de la carretera había grandes árboles, que durante el día daban una gran sombra, agradable a la par que necesaria en los calurosos veranos de Córdoba. Ahora me doy cuenta de lo privilegiada que he sido, por criarme y haber nacido en ese barrio de San Pedro, rodeada de ese inmenso patrimonio cultural. Cuando eres pequeña no sabes apreciar las cosas, pero estaba muy cerca de todo lo más importante de Córdoba, culturalmente hablando. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Para hacernos una idea, partiendo de mi casa a la derecha a pocos metros y pasando por el Colegio Doña Rosario de Torres, que fue donde estuve desde los cinco a los once años, y del que tengo también muy buenos recuerdos, está la Iglesia de San Pedro, creo que de estilo fernandino y que anteriormente fue mezquita y templo visigodo, retrocedes un poco y estás en Santiago, templo de estilo gótico que también mandó edificar Fernando II sobre una mezquita, como tantas otras. En la misma calle está el Convento de Santa Cruz, donde se venera a Santa Gema, entre el convento y la iglesia está la calle el Viento, calleja estrecha que desemboca en la ribera, justo enfrente de la ermita dedicada a San Acisclo y Santa Victoria, patrones de Córdoba, y que actualmente está por restaurar. Al lado de la ermita, el Molino de Martos, lugar de baños veraniegos. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Volviendo por la calle el Viento nos introducimos por los vericuetos de la calle Siete Revueltas, y salimos a la plaza de la Magdalena, con su hermosa iglesia del siglo XIII. Muy cerca la del Carmen, con algunos lienzos de Valdesleal. Seguimos en dirección a San Lorenzo, de la misma época de la anterior, lo más llamativo de su fachada es el rosetón de inspiración hispano musulmana. Continuamos hasta los Padres de Gracia, donde se encuentra la talla del Rescatado, al que los cordobeses tienen mucha fe, al lado está aún la muralla de la ciudad. Pero volvemos sobre nuestros pasos a San Lorenzo y por el llamado Arroyo de San Rafael está la Iglesia del Juramento, donde está la imagen de San Rafael, custodio de la ciudad. A poca distancia el Palacio de Viana, del siglo XIV y sus hermosos patios. No podemos olvidarnos de S. Agustín, que en la actualidad parece que va a ser restaurada. Cerca, Santa Marina con su capilla mudéjar, y dos Inmaculadas de Antonio del Castillo. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Retrocedamos y nos encontramos con San Andrés, del siglo XIII, al su lado está la casa de los Villalones, de estilo renacentista al igual que la casa de los Luna, que se encuentra a su espalda, pero que los cordobeses la conocemos como la casa encantada, o el Palacio de Orive. Por su leyenda los niños corríamos al pasar por delante mirando de reojo por si se apagaba la vela. Seguimos hacia San Pablo, morada de la Virgen de las Angustias, talla de Juan de Mesa de 1627, año de su muerte. Frente el actual Ayuntamiento, a la derecha por la calle de Alfaros, la cuesta del Bailío, plaza de Capuchinos, Cristo de los Faroles, Iglesia de los Dolores, y el antiguo Hospital de San Jacinto. A muy pocos metros los jardines de la Merced con su monumental fuente central, y estanques rectangulares a los lados que hoy ya no existen. Hemos llegado lejos de mi casa, pero en tan corto circuito tenemos los cordobeses al alcance y goce de nuestra vista mucha más belleza de la que podemos digerir. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Desde mi casa nuevamente salimos hacia el oeste, la Plaza del Potro, el Museo y casa de Julio Romero, el de Bellas Artes. La entrada al museo neogótica. Presidiendo la entrada a la plaza San Rafael, en uno de los muchos triunfos que decoran la ciudad, muy cerca la calle de la Feria, sinfonía de azahar en primavera, y la Iglesia de San Francisco, joya del barroco cordobés. Frente el arco del Portillo, por donde te adentras en un laberinto de callejuelas estrechas y casas antiguas, con bellas fachadas, callejas que te llevan a la Mezquita, ahí te quedas sin palabras para describirla, pero la verdad es que no se necesitan, creo que las cosas sublimes son para gozarlas personalmente y hay sensaciones indescriptibles. Patio de los Naranjos, otra explosión de los sentidos, luz, color, donde gusta sentarte un rato a la sombra y observar el ir y venir de gentes de todos los países. Calle de la Flores, del Pañuelo, plaza de la Concha, en el lado opuesto de la Mezquita el Hospital de San Sebastián, con una de las portadas más bellas de Córdoba, el palacio Episcopal, y otro Triunfo de San Rafael. El Alcázar, Caballerizas Reales y Torre de Belén, barrio del Alcázar Viejo, la cuesta de la Cárcel y el río, Molino de la Albolafia, el Arco del Puente y el Puente Romano.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Vuelta por la ribera, Cruz de Rastro, embarcadero y nuevamente mi casa. Ni que decir tiene que la compra la efectuaba mi madre en la Corredera, todavía recuerdo vagamente la antigua plaza del mercado y la posterior subterránea. Había también tiendas de ultramarinos, donde encontrabas de todo y además fiaban. Cosa muy común en esa época de pobreza.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">No quiero terminar este breve relato, de algunos de mis queridos recuerdos, sin hablar de los cines de verano, de los que también guardo muy grata memoria. Íbamos mucho, y más por cercanía, al cine Andalucía en la plaza Vizconde de Miranda, también al Coliseo de San Andrés, afortunadamente es uno de los pocos que quedan. Este cine es un gran patio de vecinos rodeado de puertas, ventanas y balcones, y sobre todo de plantas, flores y naranjos. Es muy agradable, tiene un gran escenario y contaba mi padre que daban espectáculos flamencos, yo no los he conocido, y es una pena que no se utilice para ello, ya que sería bien acogido por los cordobeses en las noches de verano. </div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Y hablando de verano y por consiguiente de calor, en esas noches insufribles que padecemos en Córdoba, se unían las familias, preparaban algunas viandas, lo que buenamente podían, que no eran muchas pero que nos sabían a gloria. Recuerdo especialmente el salmorejo que hacía mi tía Magdalena en el mortero de barro. Se sentaba en el patio y se ponía el mortero en la falda y majaba sin parar, hasta que la masa estaba tan trabada que se despegaba del mortero, quedándose éste completamente limpio. Si ya entonces me parecía exquisito, ahora se que no he comido uno igual ni en el mejor restaurante. No podían faltar unas buenas tortillas de patatas, o un buen picadillo. Con los botijos y las mantas viejas cruzábamos la ribera y llegábamos al arenal en aquellos años, allí había huertas, y mucha vegetación en la orilla del río, lo que hacía que se estuviera más fresco que en las casas. Soltábamos los bártulos y jugábamos, se comía y se bebía entre charlas y risas, y siempre había un valiente que se daba un chapuzón. A los niños nos permitían mojarnos nada más que las piernas en la orilla, porque decían que río era muy traicionero para los críos. Todo aquello era muy emocionante, algunas veces hasta nos amanecía. En invierno era prácticamente lo mismo, los domingos de perol, la variante era la comida y el lugar, el arroz guisado como el típico perol cordobés, la candela hecha con leña, que los niños ayudábamos a coger, y por supuesto de increíble gusto y olor. El sitio, unas veces a Pedroches, la fuente de la Palomera o el cañito Bazán.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;">Voy acabando, no sin antes recomendar que practiquen el noble deporte de escribir sus recuerdos, pues acabo de descubrir que, a medida que iba forzando la memoria e ido recordando cosas que creía perdidas, por tanto me prometo a mi misma seguir escribiendo mis recuerdos antes de que se pierdan definitivamente.</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div>Conchi Carnagohttp://www.blogger.com/profile/12167954460026379164noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9015315585699950231.post-48040079437607499162006-11-01T10:07:00.000-08:002010-11-11T10:29:16.678-08:00PRÓLOGO<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES">En el 2.006 llegan a mis manos las bases de un concurso literario, para mayores de 50 años, sobre <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Córdoba Patrimonio de la humanidad</b> y sobre nuestras vivencias, y como en los tebeos se me encendió la bombilla, de pronto pensé que yo que me he criado en el casco antiguo rodeada del patrimonio histórico más extenso de la ciudad, podría intentarlo, total sólo eran tres páginas, pero yo no escribía desde; sabe dios. Lo conseguí, el titulo. <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Qué suerte he tenido.</b> El primer relato corto, de mi vida, en el explico, que no tenía ninguna pretensión, “fueran a creerse”, pero sin embargo, me dieron un tercer premio. Sinceramente el premio me daba igual, fue más importante para mí descubrir el placer por la escritura, como en su momento me paso con el de la lectura. Desde entonces no he dejado de practicar ambos.</span></div>Conchi Carnagohttp://www.blogger.com/profile/12167954460026379164noreply@blogger.com0